Editorial

Editorial: ::: MÁXIMO CASTIGO :::

El último fin de semana, los magistrados del Juzgado Penal Colegiado Supraprovincial Permanente de la Corte Superior de Justicia de Áncash, con sede en Huaraz, por unanimidad, condenaron a cadena perpetua al denominado “Monstruo de Pomabamba”, Julio Isidoro Salcedo Chavarría por haber ultrajado a su menor hija de apenas dos meses y medio de nacida.

La drástica condena nos hace rememorar y trasladarnos a un escenario realmente patético que los ancashinos enfrentamos hace poco más de un año, el 27 de setiembre de 2017, para ser más precisos, cuando los medios de comunicación recogimos la información llegada desde Huaraz que daba cuenta de este repudiable hecho.

Esto ocurrió en la ciudad de Pomabamba, lugar al cual Salcedo Chavarría había llegado a realizar unos trámites, acompañado de su esposa y su bebé de dos meses de nacida, quienes se dirigieron al distrito de Parobamba (Pomabamba), donde se quedaron a dormir.

El relato judicial de lo acontecido es realmente repulsivo, lo que nos queda es recordar cuando la madre llegó a un centro asistencial con su bebé que presentaba una hemorragia y fue entonces que los médicos advirtieron que la menor había sido ultrajada por lo que dieron cuenta a las autoridades.

Cuando se tomaron las manifestaciones de ley se pudo conocer que la niña había sido vejada por su propio padre mientras dormían, incluso, en aquella ocasión el Ministerio Público solicitó la detención preliminar de la madre en la medida que entendían que incurrió en encubrimiento al no haber denunciado el hecho de inmediato y solo el personal médico advirtió el acto delictivo.

Luego de revelados los hechos y de haberse acudido con la asistencia médica de la menor, lo que involucró su traslado a la capital de la república en la medida que requería de una intervención especializada, los medios ya no pudieron conocer nada más de este hecho sino la orden de prisión preventiva que se le dictó al sujeto y su inmediato internamiento en el penal de Huaraz.

Ahora se sabe que el Juzgado Penal Colegiado que ha revisado este caso lo acaba de condenar a cadena perpetua luego de verificar las pruebas y dejar de lado el increíble testimonio que entregó el depravado al admitir que había introducido sus dedos en las partes de la menor porque adujo que era una práctica utilizada para aliviar los malestares o dolencias estomacales de los niños.

Semejante coartada no merece ni siquiera un mínimo análisis, se trata de una argumentación absurda y ridícula más aun cuando el sentenciado es un sujeto que está vinculado a la docencia, pues por ello en la sentencia del Juzgado Colegiado se determina inhabilitarlo para ingresar o reingresar al servicio docente o administrativo en instituciones educativas públicas o privadas del Ministerio de Educación, o en sus organismos descentralizados o en general en todo órgano dedicado a la educación, capacitación, formación, resocialización o rehabilitación.

En realidad nadie podrá entender cómo es que un sujeto puede abusar de su menor hija cuando apenas abre los ojos en este mundo, es una verdadera aberración, algo que nadie podría haber concebido pero que se tradujo en una penosa realidad para la criatura y la cual nos debe llamar la atención porque los atentados sexuales siguen siendo caldo de cultivo y la vinculación directa de los familiares de la víctima son también escenarios que lamentablemente se repiten y una y otra vez.

Basta revisar las páginas que a diario lanzan los medios periodísticos escritos para advertir que esta lacra de pervertidos sigue creciendo y que, infortunadamente, se trata de gente que está en el entorno o cerca de las niñas o niños que terminan siendo víctimas de sus repudiables vicios.

Las noticias que nos dicen que el tío, el primo, el vecino el padrastro de las menores de edad son detenidos por haber ultrajado a inocentes victimas ya son lugares comunes dentro de la información diaria de nuestra ciudad y la mayoría de ciudades del país, esto lo saben las autoridades pero no encuentran la manera de evitarlo.

Hace algunos años se puso en marcha la campaña “si lo sabes, denúncialo”, con la finalidad de despertar a las madres y familiares de las víctimas y decidirlas a denunciar los ultrajes, pues muchas veces no lo hacían ganados por la vergüenza o por el temor de tener que enviar a la cárcel a uno de sus familiares, sin embargo, esto no puede ser un motivo para dejar sin castigo al criminal que desgració a una niña.

No se puede cejar en esta y otra clase de campañas para detener o por lo menos reducir el alto porcentaje de violaciones de menores de edad y para promover las denuncias contra los responsables de estos execrables hechos, hay que tener en cuenta que no solo se trata de un reconocimiento médico que demuestra las huellas de un ultraje sino que existe un trauma que se genera a una niña que la acompañará por el resto de sus días y es imprescindible que se les otorgue ayuda psicológica para amenguar en algo los terribles efectos que deja un ataque sexual de estas características.

Esto es imperativo porque el alto número de ataques pederastas no se detiene, por el contrario sigue creciendo a pesar que se dictan leyes que endurecen y hacen mucho más inflexibles las penas contra los responsables, más aun cuando la máxima condena no parece significar mucho para los acusados.

El Juzgado Colegiado de Huaraz le ha impuesto cadena perpetua al monstruo de Pomabamba, ayer no más comentábamos que la Corte del Santa ha aplicado 27 cadenas perpetuas a igual número de depravados sexuales, en otras palabras la justicia viene aplicando el máximo castigo a esta gente enferma pero nada los detiene. La pregunta que se cae de madura es ¿Qué otras penas se puede aplicar a esta gente? ¿Quizás sea momento para pensar en una castración química? Recordemos que después de la cadena perpetua no exista otra sanción mayor para estos delitos, de allí que la sociedad tiene que pensar en alguna manera como protegerse porque que ese máximo castigo ya no parece hacerle ni cosquillas a los degenerados sexuales.