POR: GERMÁN TORRES COBIÁN
Cuando hacemos de conocimiento público los disparates y la corrupción practicados en las instituciones estatales de nuestro puerto, corremos el riesgo de ganarnos muchos enemigos. Mientras practicamos la potestad de ejercer la libertad de expresión y la crítica contra quienes atentan contra Chimbote y su Provincia, generamos en contra nuestra, hostilidad y antipatía entre los funcionarios incompetentes y deshonestos. Sin embargo, es preciso revelar constantemente en los medios de comunicación, las insensateces que cometen aquellos politicastros que en cuanto se convocan elecciones municipales cada cuatro años, braman y lloriquean en las calles, plazas y mercados, y suplican al pueblo que los elija. Pero, una vez apoltronados en el Ayuntamiento, se comportan como unos desalmados que se olvidan de las necesidades de la ciudad y sus habitantes, y solo se dedican a saquear la hacienda edil.
En esta nota vamos a perseverar en la crítica contra el actual alcalde. Ya lo hemos hecho anteriormente en este mismo Diario (“Roberto Briceño, 200 días en la MPS I y II”; y “La basura seguirá allí”), mientras vislumbrábamos que su gestión iba a ser desastrosa para la Provincia del Santa, tal como se ha comprobado en estos dos años y medio transcurridos. Ahora podemos decir sin ambages, sin ningún género de dudas, que Roberto Briceño Franco (RBF) es uno de los peores alcaldes que han pasado por la Comuna Provincial. Iguala en ineptitud a todos los burgomaestres apristas pasados, quienes con afán sádico se dedicaron a destruir esta ciudad desde que capturaron la MPS por primera vez, a principios de los años 60. Y sobrepasa en la falta de creatividad e inoperancia, incluso al cargoso patacino Estuardo Díaz Delgado y a los corruptos Victoria Espinoza y Julio Cortez, prófugos de la justicia. Hablando en plata, Roberto Briceño es un alcalde ignorante y chapucero.
Para entender el adjetivo chapucero, es preciso conocer el significado de la palabra chapuza. Esta voz procede del antiguo francés “chapuis” (madera gruesa colocada sobre una mesa que se empleaba en el trabajo del tonelero, herrero,…). Chapuza figura en el DRAE como vocablo para nombrar a la obra de poca importancia, hecha sin arte ni esmero, etc. Según el viejo Diccionario de Autoridades, chapucero es la persona que “hace las cosas sin planificación ni método, y las forma o remienda con fealdad y descompostura”. También se denomina así al “que trabaja o hace las cosas con poco cuidado, sin técnica o con acabado deficiente”. El caso es que esta expresión es muy usada en España, pero es desconocida y no tiene equivalente en el Perú; algo por lo demás incomprensible, dado que en este país impera la chapuza. Este vicio humano tiene en Chimbote un carácter rotundo y reiterado en la persona de RBF.
Pero, empecemos por el principio. Cuando RBF empezó a pedir el voto de los ciudadanos de la Provincia del Santa para acceder a la alcaldía de la MPS, apeló a toda la retórica populachera que suelen emplear los candidatos ávidos de poder. Pocas veces hemos visto a politicastros, perseguir el poder con tanta vehemencia como lo hizo él. Para ello, no dudó en mentir a toda la población. Dijo que tenía un equipo bien preparado para llevar a cabo una gestión que supuestamente iba a cambiar el rostro de nuestra Provincia. En realidad, ese equipo “bien preparado” nunca existió. Su partido, “Ancash a la Obra”, no era más que una agrupación de amigotes creada para capturar el poder en la MPS y en la Región con el propósito de gobernarlas al mismo estilo de César Álvarez y su organización “Cuenta Conmigo”. Para acceder al poder, RBF no dudó en beber y bailar junto a potenciales votantes, como los comerciantes del mercado “La Perla”, contra quienes años antes, pidió su desalojo. Él quería acceder al poder a como dé lugar y no le importaba contradecirse.
Ahora bien, se sabe que el poder tiene por lo menos dos dimensiones. Para muchos resulta gozoso poseer y ejercitarlo, tal vez porque les proporciona un bienestar ligado a la capacidad de llevar a cabo algo en favor del bien común. Es decir, las buenas personas, los buenos políticos usan el poder para beneficiar a la sociedad. Pero, en otros casos, los farsantes emplean el poder para saciar sus ansias megalómanas, para practicar malas artes en su gestión, para volver millonarios a empresarios inescrupulosos y para volverse ricos junto a sus compinches practicando el oficio de la coima en la sobrevaloración de las obras municipales. La pregunta es: ¿para qué quería el poder RBF, si en el fondo él sabía que no tenía la capacidad suficiente para asumir un cargo de tanta responsabilidad? La respuesta se halla en las irregularidades que está investigando la Contraloría General de la República y una Comisión del Congreso, sobre las obras que RBF está ejecutando chapuceramente. Démosle tiempo a ambas instituciones públicas a destapar la Caja de Pandora que, a nuestro juicio, constituye hasta ahora la gestión de RBF.
Ya hemos referido brevemente en los artículos citados más arriba, las torpes acciones y omisiones en las que incurrió RBF durante sus primeros 200 días de gestión. Ahora vamos a volver a mencionar las que más preocupación suscita a la ciudadanía porque les afecta directamente o porque observa que se está esquilmando el erario municipal. En nuestro artículo “La basura seguirá allí”, le advertimos a RBF que el problema de la limpieza pública no se iba a solucionar con la adquisición de los diez camiones compactadores que tan pomposamente anunció, junto a la adquisición de contenedores para evitar que la vecindad tire sus bolsas de basura por doquier. Antes de que llegaran los compactadores, muy ufano, manifestó: “El problema de la basura ya está solucionado”. No obstante, este asunto se ha acentuado desde que empezó su gestión. Los desperdicios de los hogares, comercios e industrias continúan desparramada por doquier. RBF ignora que la Organización Panamericana de la Salud recomienda para las ciudades de América Latina y el Caribe, un camión recolector por cada diez mil habitantes. Teniendo en cuenta que nuestra ciudad tiene una población cercana a los 400.000 vecinos, un sencillo cálculo nos dice que Chimbote debería contar con cuarenta camiones recolectores. Tal como lo preveíamos, las diez compactadoras no han solucionado el hediondo problema de la basura que sigue acumulándose diariamente en nuestras calles. Y, ¿dónde están los contenedores? Según me refiere un empleado edil, estos se pagaron pero nunca se hicieron realidad. (Continúa).