Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor
Hay un proceder de odio que está ahí, en continuo incremento, instando a la violencia, socavando la cohesión social y la tolerancia, vertiendo en nuestros interiores multitud de daños psicológicos, emocionales y físicos, cuestiones que afectan no sólo a los individuos, sino también a las sociedades en general. Sólo hay que ver el desinterés de los unos por los otros. Por desgracia, su efecto devastador no es nuevo, pero quizás su impacto sea mayor, en parte debido a las nuevas tecnologías y sus redes sociales, lo que impide continuar en paz entre nosotros.
El contexto globalizado en el que nos movemos, por cierto cada día más desesperante, debería de ayudarnos a comprender que todos estamos en esa ruta, ya sea real o virtual, que hemos de convenir con espíritu responsable. Engañarnos a nosotros mismos no tiene futuro ninguno; puesto que hemos de caminar unidos para identificar, abordar y contrarrestar esas simientes de rencor, que nos están dejando sin fuerzas para continuar como linaje de amor.
Urge que cese el calvario que nos destruye como humanidad; una incoherencia prolongada engendra resentimiento, con difícil cura en el tiempo. Tenemos que regresar al corazón, intentar latir unidos, activar el abrazo permanente, y establecer una alianza contra toda desgana, pues son muchas las cosas que tenemos que reconstruir en conjunto y hacerlas valer. Por eso, es vital cultivar el amor de amar amor, tender puentes para reintegrar a los marginados, sostenernos entre sí y saltar barreras que nos impiden fraternizarnos.
Consecuentemente, empecemos por rechazar cualquier tipo de enemistad, que active la desconfianza. Mal que nos pese, no podemos continuar bajo esta deriva. La gente ve cómo la inseguridad obliga a huir de sus hogares y de sus países a mucha gente, ve también cómo los gobiernos propagan falsas promesas, y hasta los sistemas financieros cada día están más corrompidos; puesto que, prosiguen beneficiando a los ricos y castigando a los pobres.
La apuesta por un multilateralismo renovado que pueda reunir a todas las naciones del mundo en busca de soluciones comunes, nos exige además, ser personas más auténticas, comprensivas y tolerantes. Precisamente, en este momento, muchos seres humanos se encuentran hundidos, sufriendo todo tipo de humillaciones, lo que nos impide crecer, tanto humanamente como humanitariamente. En la actualidad, el discurso de enemistad ha llegado a un nivel tan propagador de mezquindades, que cuesta detener los inciviles instantes de contiendas y divisiones.
En consecuencia, hoy más que nunca, es necesario mostrar sin agotarse, que toda existencia tiene en sí misma un valor que merece el respeto más absoluto y la consideración debida, independientemente de su orientación ideológica o política. Lo sustancial, es servirse de la creatividad y de las energías de cada uno, para difundir un proyecto de afecto y de concordia, dirigido a todos. Será buen propósito, por tanto, no dejar que se pase el día sin que se hayan apagado las rabias.
Tampoco olvidemos que somos seres en búsqueda permanente. Cuidado, pues, con las simientes de antipatía en abundancia. La toma de conciencia y la importancia de la educación han sido iniciativas de todos nuestros predecesores. Lo armónico se renace con el cultivo de la formación, conforme a su naturaleza, un ser abierto y relacional. Tengamos esto presente, para poder transformar los amaneceres diarios, en esta época sumamente contaminada por la hostilidad entre análogos, por el oxígeno de la unidad, que es lo que facilita el confluir solidario.
Solidarizarnos es lo propio, para contrarrestar el aluvión de fobias que nos trituran el alma de manera pavorosa, con pleno aprecio hacia toda vida. Indudablemente, sí que nos alarma esta atmósfera deshumanizante que soportamos, aumentando todo tipo de incertidumbres y tensiones, que nos encauzan a no poder caminar libre de furia, fomentando el encierro de uno mismo en Internet, como un objeto encarcelado sin apenas bondad alguna y con un abecedario sin verdad en la mirada. No perdamos un minuto más, en reconducirnos y en reconciliarnos. El tiempo