Luego que se apreciaran las imágenes que nos traen los medios de comunicación en relación a los huaicos que han dejado la ciudad de Trujillo bajo el lodo y con cuantiosas pérdidas, así como aquellos que han arrasado con urbanizaciones y asentamientos en la periferie de Lima, no podemos sino colegir que estamos ante una catástrofe de grandes dimensiones ante la cual el Gobierno debe saber enfrentar convocando no solo a las autoridades de cada localidad sino a la sociedad civil en su conjunto.
Y es que ese desastre registrado en la ciudad de la primavera no es más que el colofón de una serie de hechos trágicos que se extienden en todo el país, desde la costa del litoral norte hasta la zona centro incluyendo la capital de la república.
Los noticieros dejan la apariencia de estar repitiendo constantemente las mismas noticias e imágenes, sin embargo, ello no es así, lo que ocurre es que lluvias torrenciales y los desbordes de los ríos tienen esas mismas características de descontroladas avenidas que arrasan todo lo que encuentran a su paso, ante la desesperación de la gente que busca la manera de proteger su vida y sus pertenencias.
Anteayer el primer vicepresidente y Ministro de Transportes, Martín Vizcarra, dio a conocer que la carretera panamericana norte, una de las principales vías de comunicación que unen todas las regiones del país, se encuentra colapsada no en uno o dos puntos sino en casi una decena se tramos.
Comenzó mencionando la destrucción de puentes y tramos de carreteras en Huarmey, en donde hay dos puntos destruidos de esta vía, luego Casma, Huambacho, Coishco, Virú, Chiclayo y Piura, lo cual demuestra la real magnitud del grave perjuicio que padece el país a consecuencia de la furia de la naturaleza.
Si la memoria no nos traiciona jamás habíamos observado una desgracia de esta magnitud, ni siquiera cuando se reportaron fenómenos de El Niño y en los tiempos en que este calentamiento de las aguas generó los usuales trastornos que terminan convirtiéndose en lluvias torrenciales y desbordes descomunales.
Empero, la pregunta que todos deberíamos hacernos es ¿pudo reamente preverse todo este escenario de dolor y muerte en nuestro país? ¿Cabía la posibilidad que organismos técnicos se adelanten al comportamiento de la naturaleza como para poder impedir que los destrozos hayan llegado a este nivel?
La respuesta tiene que ser positiva si se tiene en cuenta que el estado invierte sumas millonarias en mantener instituciones que, se supone, son especializadas en predecir el tiempo y los cambios climáticos, aquellos que son positivos y los negativos que siembran estragos y destrucción.
Nos estamos refiriendo al servicio nacional de Meteorología e Hidrografía (SENAMHI), organismo que a lo largo de los años está evacuando información necesaria sobre el comportamiento y las variaciones climáticas, así como al centro nacional de estimación, Prevención y reducción de riesgos de desastres (CENEPRED) que, en estas semanas, han hecho verdaderos papelones con respecto a este tema.
Comencemos por el bochornoso informe que hace dos años atrás advertía que el año 2106 se presentaría un fenómeno del niño moderado, por lo que sugirió a las autoridades de gobierno a que financien millonarios proyectos de protección de las riberas de los ríos y que se tomen todas las medidas necesarias como para impedir el colapso de los servicios y el desborde de los ríos.
Sin embargo, el año pasado no pasó absolutamente nada, aparte del fuerte calor, no se asomó una sola lluvia y menos algún desborde de los ríos de nuestra jurisdicción, predominando la calma y la tranquilidad en todos los pueblos.
¿Y, el Niño que anunciaron los especialistas? Fue sencillamente un baldón, por el contrario, para este año no vieron nada extraño en el comportamiento de los vientos, mares y otras características del clima como para anunciar que se avecinaban eventos realmente catastróficos en todo el litoral norte del país.
Y para muestra otro botón: la ciudad de Chimbote se vio sitiada por una lluvia de características torrenciales y sumamente prolongadas que generó serios contratiempos no solo en asentamientos humanos y sectores urbanos, sino en distritos del interior en donde se han registrado los peores resultados de los últimos años, empero, ¿el SENAMHI adelantó que esto podría ocurrir en nuestro Puerto?
De ninguna manera, por el contrario luego de registrarse esta descomunal lluvia la autoridad educativa dispuso de inmediato la suspensión de las clases escolares hasta el día lunes siguientes, pues el SENAMHI estaba advirtiendo que se mantendrían las lluvias hasta el día domingo.
Sin embargo, con excepción de una lluvia menor de día miércoles, hasta el último domingo no se registró una sola precipitación, lo que quiere decir que el organismo técnico encargado de adelantar las desavenencias del clima volvió a fracasar.
Entonces que se puede planificar o programar si se cuenta con un organismo técnico que ha fracasado de cabo a rabo con estas fluctuaciones que nos propone el clima del país y que ha degenerado en las calamidades que enfrentan muchos pueblos, como la ciudad de Trujillo en donde nadie imaginaria que un huaico ingrese a la ancestral Plaza de armas y la ensucie por completo de aguas con lodo y piedras.
De la misma manera, el CENEPRED emitió hace dos semanas atrás un mapa de exposición de los lugares del país con amenaza de lluvias e irónicamente no siquiera consideró a Chimbote u otros pueblos de la provincia del santa que aun soportan fuertes precipitaciones, especialmente en los distritos del interior.
Es evidente que la pesadilla aún no termina, que las lluvias siguen precipitándose en las partes altas de la provincia y de la región y que, como consecuencia de ello, pueden registrarse daños mucho mayores a los que ya hemos experimentado hasta el momento y ello porque estamos ante un desastre nacional, una arremetida de la naturaleza que solo es posible detener o contener a través de acciones concretas de prevención que se ejecuten con la debida anticipación, lamentablemente vemos que si el gobierno decide mantenerse con estos organismo como el SENAMHI o el cenepred nada cambiará nuestra suerte porque solo han evidenciado contar con información errónea e incompleta, deficiente y totalmente errada. Veremos cómo nos levantamos de nuestras cenizas.