Editorial

Editorial: ::: CORTADOS POR LA MISMA TIJERA :::

La red de corrupción en Ancash no solo trajo el atraso y la postergación de la región sino que envileció muchas actividades, personas e instituciones en las que poco a poco fue ganando la ambición del dinero y se prestaron para la consolidación de un régimen de descomposición moral cuyo final ya todos conocemos.

Una de las instituciones o gremios que se vieron envueltos en estos manejos deshonestos y corrompidos fue el Sindicato de Construcción Civil, cuyos principales dirigentes no solo lo pusieron al servicio de la corrupción sino que engendraron un sistema de cupos que fue sostenido y protegido bajo el símbolo de la violencia y la matonería.

Esto no es un secreto, todos los conocen en Chimbote y por ello el denominado Sindicato Histórico se fue descascarando y atomizando en varias facciones cuyos integrantes no compartían el monopolio del abuso y la tropelía de la cúpula dirigencial, por entonces manejada por los ex dirigentes Víctor López Padilla y Modesto Mondragón Becerra, dos personajes que hoy pagan con prisión su sometimiento a un régimen de corrupción y criminalidad.

En realidad todo ello se germina en la distribución de las obras del gobierno regional, aquellas en donde la red de corrupción reservaba el mayor porcentaje de los cupos para la dirigencia cómplice y corrompida, de tal suerte que la disputa llegó a los extremos de enfrentar a obreros en refriegas que llegaron no solo a la vía de los hechos sino al delito.

En efecto, quienes hemos sido testigos de aquellos enfrentamientos sangrientos no solo hemos observado como los grupos de obreros se lanzaban enormes piedras o se trenzaban a golpes con palos y cadenas, sino que en determinado momento llegaron a utilizar armas de fuego, ante una Policía que se mostraba incapaz de poder controlar a la turba.

Fue cuando los dirigentes que se coludieron con el entonces presidente regional César Álvarez Aguilar consiguieron destronar después de muchos años al ex consejero regional Ezequiel Nolasco Campos, para entonces ya se profundizaron las diferencias entre éste último y el mandamás regional que vio a su otrora aliado como un peligroso enemigo en sus designios de mantenerse en el poder.

Nolasco formó su propia facción sindical y los enfrentamientos se agudizaron y se afianzaron en la medida que se entronizó la delincuencia, se permitió la presencia de “chalecos” que extorsionaban a los empresarios y ello porque estábamos en la época del derroche y despilfarro, la región se coludía con los empresarios para sobrevalorizar las obras y éstos debían ceder una parte de sus utilidades para delincuentes que los sometían bajo amenazas, todo un régimen putrefacto que comenzó a regar de muerte las calles.

Todo ello concluyó cuando la nefasta gestión de César Álvarez no pudo sostener una administración maquillada por el engaño, por obras que se iniciaron sin presupuesto y solo con recursos tomados de otras obras, lo que terminó por dejar sin dinero a decenas de proyectos en marcha que quedaron paralizados, que dejaron empresas quebradas, obreros impagos y un dineral en materiales que se echaba a perder a la intemperie.

Como no hay mal que por bien no venga, según reza ese conocido adagio, esa paralización lamentable de las obras regionales dio lugar al cese de la violencia en construcción civil, sus máximos dirigentes fueron encarcelados, los chalecos desaparecieron y los crímenes y la violencia se extinguió como por arte de magia.

Los propios gremios de construcción civil debieron recomponer sus filas, se vieron en la necesidad de mostrar un nuevo rostro, de modificar las dirigencias y de presentarse con un nuevo talante, aunque se advirtió que el denominado Sindicato Histórico no estaba dispuesto a compartir la distribución de los cupos con otras facciones y reclamaban el mayor porcentaje para ellos, algo que no solo no es democrático sino que suena hasta absurdo e irracional y así lo entendieron las autoridades.

Por ello es que ahora que solo el Gobierno Regional se ha mostrado dispuesto a retomar las obras a partir de la presencia de otras autoridades y que las empresas privadas han comenzado a poner en marcha ambiciosos proyectos comerciales, como el Real Plaza, han surgido nuevamente las viejas disputas entre los gremios de construcción civil, la intolerancia y la intransigencia que perdura en algunos de estos grupos, como el llamado Sindicato Histórico, ha generado nuevas refriegas en donde la Policía se ha visto precisada a intervenir a través del Departamento de Obras Civiles creado, precisamente, para controlar la violencia y delincuencia en las obras.

Ocurre que todos los gremios de construcción civil, excepto el llamado Sindicato Histórico, han aceptado las reglas de juego de las autoridades de crear un sindicato colegiado en el que todos ellos tengan la oportunidad de obtener un cupo en igualdad de condiciones que los otros, de tal suerte que mediante la equidad se conseguiría dejar atrás las diferencias entre las partes.

Este fue el acuerdo planteado por el COPROSEC, que reúne a las autoridades de la provincia en temas de seguridad, empero, los dirigentes del Sindicato Histórico renegaron de esta propuesta, no lo suscribieron y ahora se dedican a atacar a los responsables de las obras con la finalidad que les otorguen cupos bajo amenaza y violencia.

La semana pasada un obrero fue herido con un profundo corte en la cabeza y la Policía ha detenido hasta en dos oportunidades al dirigente Juan Pierre Mondragón, el hijo del otrora dirigente encarcelado Modesto Mondragón, quien no ha vacilado en promover los atentados contra quienes ejecutan las obras para obligarlos a ceder en los cupos.

Como decían nuestras abuelitas estos nuevos dirigentes e integrantes del llamado Sindicato Histórico y sus antecesores han sido “cortados por la misma tijera”, tienen los mismos objetivos de monopolizar y acaparar los cupos de las obras mediante el ejercicio de la violencia y la amenaza, incluso, a pesar que salgan a la prensa a decir que ellos  no tienen nada que ver cuando los periodistas corroboran a diario las denuncias que hace la Policía.

Si ya existe un acuerdo mayoritario para el manejo y distribución de los cupos, no entendemos por qué las autoridades tienen que tolerar a grupos intransigentes que pretenden seguir imponiéndose con el vocabulario de la violencia. Ya es momento de poner coto a estos arrebatos incivilizados y encerrar a quienes pretender violentar la ley y el sistema ya establecido en los porcentajes de los cupos en las obras. Ya no más sangre.