Editorial

NO APRENDIMOS NADA

El gobernador regional Juan Carlos Morillo se mueve por todas las provincias de la zona altoandina de la Región, se comunica con los Ministros y Palacio de Gobierno, pide apoyo y ayuda porque la naturaleza nuevamente hace estragos en nuestra región y nos hace recordar la furia con la que golpeó muchos pueblos hace dos años atrás, cuando llegó a nuestras costas el llamado “Niño Costero”.

En efecto las intensas lluvias que se han precipitado en los últimos días en la zona sierra de la región Ancash, como en muchas otras provincias tanto del norte como del sur del país, han puesto nuevamente en alerta a las autoridades, el propio Presidente Vizcarra ha debido movilizarse con sus ministros a efectos de intervenir en los sectores más golpeados por la furia de la naturaleza.

En nuestra región hay cuatro muertos como consecuencia de los deslizamientos y desbordes, pero además existen miles de familias damnificadas por los huaycos y las fuertes lluvias, hay pérdida de sembríos, viviendas colapsadas, carreteras bloqueadas, y, por ende, la suspensión de los suministros de agua y energía en varios pueblos por razones estrictamente de previsión.

Apenas si los peruanos salíamos asombrados de las graves secuelas que dejó el rompimiento de una matriz de alcantarillado en San Juan de Lurigancho, en donde se vivió toda una emergencia inusitada, cuando de pronto comenzaron las lluvias pero con gran intensidad en las partes altas de la sierra.

Y, las consecuencias son siempre las mismas, familias damnificadas por que sus viviendas se levantan en la ribera de los ríos y en las laderas de las quebradas, siempre en el mismo lugar en donde en años anteriores la naturaleza las destruyó por completo, lo que quiere decir que no escucharon las advertencias de los profesionales que señalaron la necesidad de reubicar a esas familias porque los ríos siempre buscarán sus cauces cuando incrementan notoriamente sus caudales.

Pese a todas las advertencias la gente siguió desafiando a la naturaleza, no rescató nada de las tristes y penosas experiencias que se vivieron en años anteriores, por ello ahora enfrenta con angustias esas mismas malas experiencias sin haber tomado medidas de prevención, dejaron todo en manos del destino.

Lo mismo ocurre con las autoridades, pues son conscientes que estos fenómenos estacionales siempre generarán los conocidos huaycos y deslizamientos, la interrupción de carreteras, la destrucción de los sembríos.

Lo más grave es que los organismos encargados de prevenir estos eventos no han acertado nuevamente, no son capaces de establecer la verdadera intensidad que tendrán los fenómenos naturales cada temporada de verano.

Decimos ello porque desde el mes de diciembre la Comisión Multisectorial del ENFEN, organismo que evalúa los fenómenos pluviales derivados de  un fenómeno de El Niño en nuestro país, dio a conocer informes que no daban cuenta de un fenómeno que arremeta con estragos en los diversos pueblos. 

Por el contrario, desde las postrimerías de diciembre este organismo colegiado si bien es cierto activó la alerta de un fenómeno del Niño en nuestras costas, señaló que se trataba de un niño débil, primero, y, moderado, luego.

Tras fundamentar este diagnóstico, los organismo congregados entorno al ENFEN dejaron la sensación que la temporada de lluvias no tendría los efectos catastróficos de antaño, incluso, lo señalaron de manera expresa en los dos comunicados que emitieron los primeros días de enero y de Febrero, empero, la realidad está diciendo que vivimos una emergencia mucho más intensa.

Aun cuando la secuela de las lluvias aún no llega a los extremos de Marzo del 2017, lo cierto es que son tan intensas que han dejado muchos muertos y cuantiosos daños, inundaciones, pueblos arrasados, sembríos echados a perder y carreteras arrasadas por las fuertes corrientes de los ríos.

El aislamiento de muchos pueblos vuelve a ser una constante y nosotros nos preguntamos si en efecto esto puede ser la secuela de un Niño Moderado, y la realidad nos dice que no es así, nuevamente los pronósticos resultan errados y basta recordar el año 2015 cuando se anunció la presencia de un fenómeno de características catastróficas paras el 2016 y motivó que el gobierno de Ollanta Humala derivara miles de millones de soles para trabajos de prevención, para la compra de equipos, para esperar modernamente protegidos de las intensas lluvias, sin embargo, el siguiente año, el 2016, no hubo casi nada.

Por el contrario, para el año siguiente nadie esperaba desgracias y tragedias, pero de pronto se presentaron las lluvias prolongadas y perniciosas y para “dorar la píldora” dijeron que se trataba de un “Niño Costero” que se hacía intenso de manera sorpresiva por el alejamiento del anticiclón del pacífico Sur.

Ahora nos salen con la monserga que lo que estamos viviendo es la secuela de un fenómeno de “Niño Continental” sin embargo, lo que vennos los peruanos son las mismas y repetidas tragedias de antaño, son precipitaciones que no han podido ser pronosticadas debidamente, por el contrario, lo único que consiguen es promover la confusión.

Después de los aciagos fenómenos de los últimos años y de las pésimas experiencias que nos ha tocado vivir, no entendemos cómo se enfrentan estas nocivas secuelas con las mismas e impotentes manos de la falta de previsión y reacción. Se ha perdido dos años sin que se haga trabajo decisivo de prevención en los lechos de los ríos, sin que se evacúe a las familias del curso natural de los ríos, sin que se rehabilite los daños dejados por el Niño Costero, con un gobierno preocupado solo por llevar a la cárcel a los políticos opositores y que se llena la boca hablando de lucha contra la corrupción, pero que desatiende las principales necesidades de los pueblo en materia de prevención de desastres.

Las consecuencias las vemos en estos días, con los mismos y patéticos resultados de años atrás, aquellos que nos dice que no aprendimos nada después de tanto dolor y de tantas tragedias. Ya no vale llorar sobre la leche derramada.