Editorial

Editorial: ::: NO ESCARMIENTAN :::

Los enormes esfuerzos que hace el Jefe de la División Policial de Chimbote, coronel James Tanchiva Díaz, para evitar la indisciplina y los hechos de connotación delictiva que empañen la imagen de su institución, parecen ser insuficientes ante los sucesivos hechos que comprometen a personal policial, sea subalterno u oficiales.

Y es que ya hemos descrito hechos de todo calibre en el que se involucran a efectivos policiales, desde los arranques de agresión a sus parejas, hechos que constituye un delito de violencia familiar que hoy se castiga con penas severas, hasta las coimas en las comisarías a efectos de desvirtuar alguna intervención, mucho de los cuales han terminado con el responsable tras las rejas pero, lamentablemente, esos malos Policías jamás pensaron en la imagen de su institución.

La semana pasada el protagonista de turno ha sido el Sub Oficial de tercera PNP John Anthony Fiestas Calderón, de 26 años, quien en completo estado de ebriedad conducía su vehículo de placa de rodaje P2S-280 marca Kia modelo Río color gris con el que impactó con el automóvil de placa de rodaje ASK- 408, marca Toyota, modelo Yaris LXI, color negro, conducido por Luis Alberto Rivera Maquera (45).

Producto del choque, ocurrido a la altura de la cuadra 7 de la Av. Aviación en la Urb. 21 de Abril zona A, se registraron diversos daños materiales y dos personas heridas, pero cuando llegaron al lugar los efectivos de la Comisaría del 21 de Abril, se percataron que el conductor John Anthony Fiestas Calderón presentaba signos de haber bebido alcohol, por lo que se ordenó su traslado para pasar el dosaje etílico.

Cuando se obtuvieron los resultados, dio como resultado 0.60 gramos de alcohol por litro de sangre, pero aun así el suboficial confesó que se dirigía a iniciar sus labores en la unidad del Escuadrón de Emergencia Sur en Nuevo Chimbote a cargo del Capitán Juan Diez Pinday.

Esta es parte de la historia que nos revelan los partes policiales referentes a la intervención del mencionado efectivo policial, sin embargo, hay dos escenarios que no dejan de llamar la atención y que han generado posteriores investigaciones.

El primero está relacionado con el resultado del dosaje etílico practicado al S.O. Fiestas, pues la nota informativa da cuenta del parte de ocurrencia que señala que el aludido se encontraba en completo estado de ebriedad, sin embargo, la prueba de sangre arroja solo 0.60 gramos por litro de sangre, un valor que aun siendo superior al límite permitido por la ley, es relativamente bajo como para generar un riesgo mayor.

Sin embargo, estas sospechas se disiparon el último fin de semana cuando se filtró a la prensa la intervención de la jefatura de Inspectoría en la sanidad de la policía al advertirse serias irregularidades y sospechosos conciliábulos en la prueba realizada al efectivo policial que chocó en estado de ebriedad.

Estas irregularidades estaban relacionadas con la discrepancia entre la prueba tomada por el Capitán Herbert castillo salinas, quien es citado como jefe de la mentada sanidad policial, y la contraprueba realizada por el mayor Carlos Vergara Díaz, pues la primera arroja un valor de 0.60 Gr/lt que es la que se envió al ministerio público y la segunda arroja un resultado mucho mayor.

Esto es absurdo en la medida que la contraprueba, que es la misma muestra de sangre del investigado, no debería de discrepar de la primera, empero, cuando ocurren estos escenarios es porque de por medio ha existido la dolosa intención de blindar a un mal Policía que manejó ebrio y provocó un accidente que dejó dos personas heridas.

Esto no es solo una falta o una infracción de índole administrativo, constituye un delito penal que, infortunadamente, no es ajeno a los choferes que han pasado por esta clase de intervenciones y en los cuales siempre se dijo, “a sotta voce” que los resultados de un dosaje podrían ser manipulados, lo que deja un preocupante margen de incertidumbre en la medida que se pierde garantía y credibilidad en una prueba que es clave y fundamental en la calificación de los accidentes que provocan los choferes.

Por ello es que la inspectoría ha intervenido iniciando un proceso de investigación a cuatro efectivos policiales que tienen que ver con el manejo de esta prueba que, en el caso del sub oficial Fiestas Calderón, inequívocamente ha sido manipulada con la finalidad de favorecerlo.

El otro hecho que nos deja la nota policial es el destino del Sub Oficial protagonista del accidente, pues señaló que se dirigía a su unidad policial, que es el escuadrón de emergencia, con la finalidad de iniciar sus labores.

Esto quiere decir que el mencionado subalterno no tiene el más mínimo respeto por su institución y por sus superiores, pues pretendía llegar a trabajar en estado de ebriedad, a lo mejor ya está acostumbrado a ser encubierto por otros efectivos policiales para que salga a las calles a dormir la borrachera antes que trabajar.

Esto no nos puede dejar de llamar la atención porque hace solo unos meses se dio cuenta de otro hecho similar, sobre la presencia de un efectivo de la Comisaria de Buenos Aires que fue relevado por sus superiores cuando había llegado a prestar su servicio en estado de ebriedad.

Cierto es que esta clase de conductas nocivas y temerarias, no ocurrían antes, el Policía de antaño no era un individuo que le falta el respeto a su institución empinando el codo de manera exagerada al extremo de tener que presentarse a su unidad en estado de ebriedad, eso era un acto de indignidad que ellos mismos evitaban, no solo no llegaban ni siquiera tarde a su turno de trabajo sino que se esforzaban, antes que cualquier otra cosa, por dejar en alto el nombre de su institución, por proteger y cuidar la señera imagen que se reducía de ese slogan que conocimos desde niños a los viejos Policías y que decía “el honor es su divisa”.

Lamentablemente, son otros tiempos, los policías de hoy parecen estar hechos de otra madera, lejos de mejorar y demostrar su sacrificio por la seguridad de la ciudadanía, lo que hacen es empeorar las cosas, denigrar aún más la imagen de su institución. No escarmientan frente a las medidas que adoptan sus superiores, sencillamente no se les da la gana de corregirse, por lo tanto, el sentido común nos dice que solo les espera la calle, no hay otra manera de tratarlos.