Ahora que ya se ha instalado el gobierno de transición de Francisco Sagasti y se ha recuperado la estabilidad política del país, es importante que el flamante gobernante asuma el rol que le corresponde y que, con sobresaliente elocuencia, supo exponer el día que prestó juramento al cargo, es decir, encaminar al país por la senda democracia que procure la elección del próximo presidente y congresistas del país.
Es momento de dar vuelta a la página en los aciagos capítulos que nos tocó vivir luego que el congreso de la república decidiera patear el tablero de la racionalidad y decretó la vacancia de un gobernante que, si bien es cierto, no se merecía estar al frente del país ante las graves denuncias propaladas, debería mantenerse en el cargo hasta el final de su mandato por la salud y estabilidad del país.
No ocurrió ello, pero ya estamos en una nueva etapa y será conveniente que el nuevo Gobierno se avoque prioritariamente al control de la pandemia y la reactivación económica, dos flancos que han quedado sumamente diezmados luego que se desviara la atención gubernamental como consecuencia de los serios enfrentamientos e incidentes registrados desde hace unos 15 días.
Y entre los temas que debería abordar el nuevo gobierno hay uno relacionado con la situación de la clase trabajadora, especialmente aquella que corresponde a la más golpeada de las micro y pequeñas empresas que deben hacer frente a los graves efectos de la pandemia con los escasos recursos que poseen ante el abandono de la política indiferente del gobierno de Martín Vizcarra.
Esto ha sido de público conocimiento, pues los miles de millones que el gobierno destinó para la recuperación de las empresas fueron cretinamente desviados a las grandes y poderosas empresas que no habían sido tan afectadas como aquellas que apenas si pueden sobrevivir ante la recesión.
Aquella fue una posición mendaz e inequitativa del anterior gobierno que se asemeja al golpe bajo que le asestó a un grueso de la masa trabajadora menos favorecida del país, como son los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas que recibieron con satisfacción el anuncio de la asignación de un subsidio como consecuencia de los efectos de la pandemia, en aquellas empresas que se acogieron a la suspensión perfecta de labores.
El gobierno de Vizcarra se comprometió a cubrir esa carencia salarial de estos trabajadores hasta por un plazo máximo de 90 días, se plantearon las reglas de juego, se evaluaron los expedientes y se expidieron las resoluciones directorales respectivas, inclusive, dejándose a cientos de empresas en el camino.
Pero lo peor es que en aquellas empresas favorecidas con este régimen se hizo una nueva disección para dejar en el camino a miles de trabajadores con requisitos que no se habían establecido al momento de expedirse el subsidio, incorporando situaciones que no se establecieron en su momento, lo que descalifica el accionar de los gobernantes de entonces y los coloca como falaces y traidores.
Ello porque tras declarar a trabajadores como beneficiarios del subsidio de suspensión perfecta, los despoja del beneficio al establecer como prohibitivo el hecho de ser familiares de los beneficiarios de uno de los bonos que está otorgando el estado.
Se entiende que si alguien ha recibido un bono del estado no debería recibir un segundo bono, pero nos preguntaos ¿Qué tiene que hacer un trabajador de una pequeña empresa con el hecho que su familiar haya recibido otro bono? ¿Cómo se deja a un trabajador sin subsidio por el hecho que su hermano resulte siendo un profesional que accedió a un bono para su beneficio y el de la familia de aquel? ¿qué tiene que ver esa trabajadora que ha emprendido un nuevo camino, se ha independizado y su padre o hermano recibe un bono?
¿No es acaso que el subsidio responde al producto de su trabajo? ¿Por qué se tiene que mezclar un derecho inalienable a la condición de trabajador con una situación personal o familiar? ¿no es este requisito incorporado a la hora undécima un pretexto del gobierno de Vizcarra para despojarle al trabajador un subsidio que realmente le corresponde? ¿Cómo es posible que se haya dejado a miles de trabajadores sin recibir la compensación que le corresponde?
Lamentablemente, la desidia y la indiferencia del Gobierno de Martín Vizcarra es un cúmulo de medidas desacertadas que nos llevó a extremos inmanejables en algunos aspectos de la pandemia y uno de ellos es este despojo a los trabajadores de pequeñas empresas que deben ser reivindicados por el gobierno de Francisco Sagasti con la restitución de un subsidio que por ley y derecho le pertenecen.