(CPC SERGIO AGURTO FERNANDEZ)
El COVID-19 como que nos ha despertado de un prolongado letargo, de siglos de ensueño, para recordarnos que poco se ha avanzado en el uso de la tecnología de la información, por ejemplo en este caso en particular, nos resistimos a dejar atrás, en el pasado, el voto físico (papel), que es un clásico de nuestra cultura electoral; esta entrañable costumbre en pleno siglo XXI, nos delata que tenemos algo de masoquismo, por lo que somos proclives de seguir martirizándonos con las tediosas colas, peor todavía en los días soleados, quizás sea porque es en ese momento que la gran mayoría de personas, recién deciden el destino final de su voto.
A raíz del actual problema sanitario que padecemos, se diría que se ha puesto en práctica una nueva modalidad de programa social, cual es el otorgamiento de los llamados “bonos”, según el gobierno, para aliviar los problemas causados por los largos meses de cuarentena. Claro no todo ha sido perfecto, pero por algo se empieza; se presentaron serios problemas para identificar a los hogares vulnerables, entre otras debilidades.
Consideramos pertinente el aprovechamiento de esta experiencia, para trasladarlo al plano electoral, no precisamente para repartir “bonos”, sino para explorar la posibilidad de introducir un cambio en el mecanismo del sufragio, utilizando sólo el DNI, para que, desde la comodidad del hogar, se pueda emitir el voto; el cómo hacerlo es un tema de los expertos en la informática, ellos tienen la palabra. Si respecto a los “bonos” ha funcionado, ¿Por qué no habría de funcionar en el tema del sufragio?, obviamente mejorando la técnica para minimizar los errores. Si así fuera, ya no sería necesario instalar las clásicas mesas de sufragio, evento nacional que obliga a un enorme despliegue de personal policial y militar, con el excesivo gasto que esto significa, sino que en su lugar, reemplazarlo por una computadora, para ser utilizada por las personas que carezcan de este elemento en casa, pudiéndose también emitir el voto a través de las cabinas públicas de internet.
Esta propuesta no debe considerarse como descabellada, más por el contrario tiene un sentido práctico, ya se dio el primer paso con el uso de la informática, al involucrar a casi todo el universo de peruanos en el tema de los “bonos”, y en el campo electoral, los beneficios se pueden identificar en las siguientes conclusiones:
1.- Evitará el contagio del Covid-19, al no haber la aglomeración de personas.
2.- Facilitará la votación de las personas con discapacidad física y también de las personas de la tercera edad.
3.- Ya no habrá la necesidad de elegir a los miembros de mesa porque no habrá mesa de sufragio.
4.- Los resultados se conocerán de inmediato, al cierre de las elecciones, con la consiguiente proclamación de los ganadores, si así se quisiera.
5.- El presupuesto asignado a cada evento electoral, es cuantioso, con esta aplicación quedará reducido al mínimo, con un ahorro en bienes (material impreso y de oficina), y en servicios (personal, viáticos, pasajes, fletes, alquileres).
6.- Se podrá emitir el voto desde cualquier ciudad del Perú y del extranjero, restándole utilidad al domicilio consignado en el DNI.
7.- Permitirá al elector con domicilio distinto al DNI, ahorrar dinero, al no tener que trasladarse hasta su mesa de votación.
8.- Al final todos saldremos ganando.
Dicen que la democracia se robustece cuando hay una masiva participación ciudadana en cuanto evento electoral se convoca, situación que se da cíclicamente cuando se tiene que renovar todos los cargos electivos del país, cada cuatro años en los gobiernos regional y municipal, y cada cinco años para presidente, vice presidentes y congresistas. Esa es la habitualidad en nuestro sistema de gobierno, tan igual como ocurre en cualquier otro país de gobierno democrático.
La forma de elegir a las autoridades, marca la diferencia; en nuestro caso, por ejemplo, el sufragio es obligatorio, y tal vez lo sea por la falta de civismo que caracteriza al desinformado elector y para no propiciar el ausentismo, que equivale a la indiferencia en asumir con responsabilidad, las obligaciones ciudadanas; otra causa que quizás también lo sea, es la “pereza mental”, la que le nubla la visión, impidiéndole sopesar las cualidades de los candidatos que están en el “partidor”.
En el país siempre estamos en permanente reforma electoral, cada vez hecha a la medida de cada evento que se convoca, no hay nada definitivo. El legislador peruano es prolífico en su producción normativa, así sea de poca o nula utilidad; pero qué puede significar esto si lo que busca es hacer de la política una vitrina para marquetearse para futuras contiendas electorales.
Entre la reforma electoral que está en la agenda del Congreso y que busca ser aprobada en esta ocasión (04-2021), está una referida a la eliminación del voto preferencial, que por cierto es un tema que divide al electorado, y la opinión del ciudadano común que no tiene aspiraciones políticas, obviamente que estará por la no eliminación, porque esta modalidad de sufragio le permite elegir al candidato de su preferencia; distinto sería si se eliminara, porque ahí sí primaría las clásicas costumbres del compadrazgo, el tarjetazo o el factor económico, para lograr una ubicación preferencial en la lista de candidatos de los partidos políticos.
Cuando la convocatoria a elecciones llega, se produce un inusitado alboroto en todas las tiendas políticas, muchos disfrazados de mansos corderitos para congraciarse con la cúpula dirigencial. Pero también hay los llamados “cadáveres políticos”, como por arte de magia resucitan de su tumba fría, o salen de sus “invernaderos”, para mezclarse camaleónicamente con esa constelación de candidatos, que pugnan por ver cristalizados sus viejos sueños de ceñirse la banda presidencial o de ocupar una curul en el palacio legislativo.
Aquí cada quien juega su propio partido, todo está permitido, nada está vedado, es un todos contra todos, si de captar la atención de los incrédulos se trata; es una confrontación de ideas y de quien ofrece más, así sea un imposible de realizar, como bajar la luna para iluminar la ciudad, por ejemplo, es decir que es una feria de promesas electorales que inundan el ambiente. Todo candidato que participa en una contienda electoral, siempre llega provisto de su bolsa de campaña (dinero), eso es ineludible, candidato pobre no existe; si no tiene recursos propios, hipoteca a terceros su actuación política, a cambio de resarcirlo cuando llegue al Congreso, mediante el tráfico de influencias. Mientras estas escaramuzas verbales avivan los ánimos, tenemos en el llano a ciudadanos probos con potenciales habilidades para el manejo del aparato estatal, pero que pasan desapercibidos, porque los mecanismos para llegar al poder, les son una valla imposible de superar.
Echémosle ganas para introducir esta nueva modalidad de sufragio, y cada uno, desde el propio domicilio, podamos hacer uso de nuestro derecho de emitir el voto, con la seguridad de que nos será muy ventajoso, por donde se le mire.