Vidas de peruanos, elecciones y reactivación amenazadas
Por: Víctor Andrés Ponce (*)
Es necesario reconocer los esfuerzos del presidente interino, Francisco Sagasti, para firmar contratos para la compra de las vacunas contra el Covid-19, superando la irresponsabilidad e indolencia de la pasada administración Vizcarra en el asunto. Sin embargo, mientras las vacunas no lleguen nadie puede asegurar que la población peruana estará totalmente inmunizada para el 2021. De allí que la estrategia sanitaria continúe siendo el escenario principal para contener el avance de la pandemia.
Asimismo, en la última conferencia de prensa, el jefe de Estado dejó en claro que no hay una nueva estrategia de contención de la pandemia. Hoy que los números de 300 muertos y 40,000 infectados por semana comienzan a incrementarse aceleradamente, que los hospitalizados suben de 4,000 a cerca de 7,000, y que los decesos comienzan a duplicarse, se puede hablar de que estamos en la segunda ola de la pandemia. Los especialistas suelen discutir si se trata de un rebrote o de una segunda ola; pero la única verdad que importa es que cerca del 90% de las 1,850 camas de cuidados intensivos están ocupadas.
La segunda ola, pues, no solo desnuda los fracasos e irresponsabilidades de la administración Vizcarra (se prometió 5,000 camas UCI), sino que encuentra a la nueva administración Sagasti repitiendo los mismos errores del anterior Ejecutivo. A tal punto, que ni siquiera se relevó a la ministra de Salud, Pilar Mazetti.
¿Cuáles son esos errores? Se han mencionado hasta la saciedad. En primer lugar, la falta de pruebas moleculares para desarrollar una política de geolocalización digital de quienes interactuaron con los infectados y, sobre esa base, desarrollar políticas focalizadas de aislamiento a nivel territorial y sectorial.
Igualmente, el Ministerio de Salud ha descuidado el Primer Nivel de Atención de Salud, que debe organizarse sobre la base de una alianza entre el Estado y la comunidad: los centros y puestos de salud se convierten en directores de orquesta de la estrategia sanitaria en la sociedad, no solo para promover aislamientos locales sino también para difundir los criterios sanitarios de higiene y distancia social de manera permanente. La idea de fortalecer la atención primaria se fundamenta en el enfoque comunitario; es decir, la alianza entre el Estado y la comunidad para aislar el virus en la sociedad y evitar que el combate al Covid-19 solo se desarrolle en los hospitales. La pandemia no se derrotará en el hospital sino en la comunidad, incluso en el propio proceso de vacunación.
De otro lado, la administración Sagasti mantiene las mismas reticencias del anterior Ejecutivo en cuanto a la convocatoria del sector privado para luchar contra la pandemia. Y no obstante que, durante el año pasado, las empresas desarrollaron una de las mayores expresiones de solidaridad de nuestra historia: donaciones en pruebas moleculares, equipos de protección especial, camas UCI y plantas de oxígeno medicinal, están entre los innumerables aportes privados. Vale señalar que existen regiones como Cajamarca o algunas del sur peruano, por ejemplo, donde la solidaridad privada fue decisiva para desarrollar una estrategia de contención.
El sector privado es una fuente de gerencia, recursos y solidaridad que el Estado debería convocar de inmediato para desarrollar una estrategia exitosa de contención del Covid-19.
Demás está señalar que si no hay nueva estrategia sanitaria para contener el Covid –al margen de la llegada tardía de la vacuna– es incuestionable que se registrará el fracaso general de la administración Sagasti. Pero no solo se trata de la situación del Ejecutivo. El fracaso no solo amenaza la vida de los peruanos, sobre todo de los más vulnerables, sino que también pone en peligro las elecciones generales y la reactivación económica, que ya comienza a levantar vuelo.
Si el Ejecutivo no cambia de estrategia, las teorías conspirativas acerca de que existen sectores que buscan adrede el fracaso para permanecer en el poder, se volverán más recurrentes.