Todavía no está dicha la última palabra y todo indica que aún queda mucho pan qué rebanar, pero ello no obstante la decisión de SUNEDU de suspender la fusión entre la ULADECH y la Universidad Católica de Trujillo, bien puede servir para enmendar muchos errores y aprender las lecciones del pasado.
A criterio de especialistas en materia universitaria, ésta podría ser la oportunidad para que las autoridades que en este momento conducen la ULADECH puedan encarrilar, ahora sí por el camino correcto, la buena marcha de la institución. De eso dependerá que se ponga fin a tanta incertidumbre y se restablezca la normalidad en esta casa de estudios.
Empecemos por aclarar que la decisión de SUNEDU a la que nos estamos refiriendo, obedece al mandato de una medida cautelar obtenida por la ULADECH en un juzgado civil de Santiago de Chuco. Quienes conocen al revés y al derecho esta figura jurídica, afirman que se trata de un beneficio condicional y temporal, el cual requiere de otros complementos legales para poder convertirse en cosa juzgada.
Para decirlo en lenguaje común y corriente, una medida cautelar es una especie de calmante, fácil de obtener pero también fácil de traerse abajo. Todo depende de cuán fino tengan que hilar e hilvanar los abogados encargados de la defensa.
Nadie en Chimbote acepta la idea de que la ULADECH desaparezca. Por el contrario, todos queremos que supere este difícil momento y que se consolide como el patrimonio educativo que Chimbote merece. Sin embargo, no se puede negar que aún subsisten dudas debido a la falta de sinceramiento y transparencia. Por ejemplo, la fusión de la que tanto se habló en un primer momento, en realidad resultó siendo una absorción, una venta de activos y pasivos que borró del mapa a la ULADECH.
La Universidad Católica de Trujillo, con una población estudiantil que no sobrepasa los dos mil estudiantes, pero con una capacidad académica mejor dotada, no dudó un instante en aceptar la oferta. Y aquí nada tuvieron que ver los cánones de la religión católica. Negocios son negocios. De un día para otro veinticinco mil alumnos de la ULADECH se convirtieron, al menos en el papel, en alumnos de la Universidad Católica de Trujillo. Aunque cuesta trabajo creerlo, esta absorción se produjo a pedido de la misma ULADECH y por acuerdo de su propia asamblea universitaria. Así consta en actas.
Pero esta historia reciente es corolario de una gestión que siempre dejó mucho qué desear. Nos referimos a la gestión de corte absolutista que durante veinticinco años hizo lo que quiso en la ULADECH. Hizo de todo, menos mejorar ni la calidad educativa ni la gestión administrativa.
A lo largo de un cuarto de siglo, la ULADECH hizo gala de un explosivo crecimiento que solo se aprecia en forma de ladrillo y cemento. Únicamente en Chimbote posee más de diez locales que antes albergaron diversas actividades comerciales que nada tuvieron que ver con la educación. Dos de ellos, ubicados en Nuevo Chimbote, fueron conocidas discotecas o pistas de baile.
Por lo demás, esta adquisición se hizo en forma indiscriminada, sin criterio de unidad ni funcionalidad. Detrás de las operaciones de compra solo aparece un inocultable y hasta descarado afán de oportunismo comercial.
Se afirma que todo este conjunto inmobiliario tendría un valor que bordea los 500 millones de soles. Tranquilamente con todo ese dinero la ULADECH pudo construir una de las ciudades universitarias más modernas y mejor equipadas del mundo. Pudo asimismo haber implementado laboratorios de última generación y desarrollar trabajos de investigación científica, tecnológica y cultural, como es la razón de ser de todas las universidades de prestigio. Pero por desgracia no fue así.
Para colmo, los miembros de la asamblea universitaria permitieron que una misma persona se reeligiera rector durante veinticinco años, sin importar lo que dice la ley universitaria y las normas elementales de ética.
Ante esta cruda y deplorable realidad, la SUNEDU no necesitó de mayores argumentos para negar a la ULADECH su solicitud de licenciamiento.
Pero ha llegado el momento de aprender la lección y corregir los errores del pasado. La presencia en el rectorado del R.P. Juan Roger Rodríguez Ruiz nos proporciona esa esperanza.