Dentro de treintaicinco días los ancashinos vamos a tener que acudir una vez más a las urnas para elegir a nuestros cinco representantes ante el Congreso de la República. Nada de extraordinario tendría esta jornada democrática si no fuera por el desinterés, nunca antes visto, que se advierte en el electorado local y regional.
Sin exagerar, más del 80 por ciento de la población hasta hoy ni siquiera sabe quiénes son los candidatos de Ancash y, menos, a qué partido político pertenecen. Del 20 por ciento restante, la mayoría aún no han definido por quién va a votar. Eso piensan hacerlo recién a la hora que estén formando cola en los locales de votación. En líneas generales, quiere decir que el 11 de abril, los ancashinos vamos a cumplir con nuestro deber de votar, solo para evitar el pago de la multa.
Es tal el grado de desdén que domina la atmósfera de estas elecciones, que el mejor mensaje que podrían enviar los candidatos a sus electores, bien puede ser aquel hermoso vals del compositor piurano Rafael Otero López, cuya letra dice “odio quiero más que indiferencia”. Para un electorado como el ancashino, poseído por una indiferencia generalizada, lo mismo da Chana que Juana. Y eh ahí el peligro.
Hasta donde podemos advertir, ningún otro sentimiento puede causar tanto daño a una población, como la indiferencia. En Ancash, eso lo sabemos muy bien. Pues una de las causas de la situación de desventaja e insatisfacción que nos rodea, podría ser la indiferencia con la que hemos elegido a nuestros representantes. Al parecer, los congresistas de Ancash aprovechan este desinterés, para conformarse con desarrollar una labor simplemente y llanamente decorativa. Sin más obligación que levantar la mano, obedeciendo consignas de interés estrictamente político o económicos.
¿Hemos visto alguna vez a uno de los actuales congresistas atreverse a fiscalizar la gestión del Gobierno Regional de Ancash, o de alguna municipalidad ya sea provincial o distrital?. Que recordemos, no. Por fortuna, esta labor ha tenido que ser asumida por el Ministerio Público y la Contraloría General de la República. De no ser por estas dos instituciones, ningún caso de corrupción se hubiera conocido ni denunciado. Para no creerlo.
Igual de decepcionante es comprobar, por ejemplo, que el problema de Chinecas, que sirve de caballito de batalla en cada campaña electoral, tampoco figura en la agenda de nuestros representantes en el Congreso.
Debido a esa desidia y falta de voluntad política, no se retoma con la decisión y valentía necesaria, el clamor de transferir el proyecto de irrigación a INADE, de donde nunca debió salir. En manos del gobierno regional, Chinecas solo ha servido de caja chica para financiar portátiles y campañas políticas a favor de los gobernadores de turno.
Desde este mismo punto de vista, ahora podemos estar seguro que, si hubiéramos elegido congresistas realmente identificados con la región, la suerte del Terminal Portuario también sería otra. Hace mucho tiempo que la modernización de esta infraestructura, está a la espera de una ley que se lo permita. A setenta años de su construcción, y por increíble que parezca, el terminal portuario se mantiene detenido en el tiempo, sin poder competir en igualdad de condiciones con otros puertos del litoral.
Son estas cosas las que, sin duda, alimentan la indiferencia electoral de la población ancashina. Tanto así que, cuando faltan treintaicinco días para las elecciones del 11 de abril, ningún candidato al congreso puede considerarse favorito. Siendo así, cualquiera puede ganar, menos Ancash.