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EL PAPA FRANCISCO EN IRAK: “LA RELIGIÓN, POR SU NATURALEZA, DEBE ESTAR AL SERVICIO DE LA PAZ Y LA FRATERNIDAD”

En su primer discurso a un país desgarrado por tres enormes guerras desde la combatida contra Irán en los años ochenta del siglo pasado, el Papa Francisco ha afirmado este viernes en el palacio presidencial de Bagdad que «solo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano».

El pontífice de 84 años, que aterrizó en Bagdad este viernes, es el primer papa en viajar a Irak, un “apreciado huésped”, en palabras de su presidente, Barham Saleh, que lo recibió en su palacio.

En su encuentro con las autoridades, la sociedad civil, Francisco ha asegurado que «la diversidad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí por milenios, es un recurso valioso para aprovechar, no un obstáculo a eliminar». Aunque cojeaba algo más de lo habitual, el Papa no parecía especialmente cansado del largo vuelo desde Roma.

Su discurso enlazaba bien con las palabras de bienvenida del presidente Barham Salih, un ingeniero formado en Cardiff y Liverpool, gran abanderado de la integración nacional y de la convivencia entre todos los grupos religiosos.

Abogó ante las autoridades iraquíes porque “nadie sea considerado como un ciudadano de segunda clase” en un país musulmán, donde los cristianos ya sólo representan el 1% de sus 40 millones de habitantes. “Es indispensable asegurar la participación de todos los grupos políticos, sociales y religiosos, y garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos”, señaló.

Según Francisco, hoy «Irak está llamado a mostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil».

Mirando al país en su conjunto, el Papa ha asegurado que «entre tantos que han sufrido, no puedo dejar de recordar a los yasidíes, víctimas inocentes de una barbarie insensata y deshumana, perseguidos y asesinados a causa de sus creencias religiosas, cuya propia identidad y supervivencia se han puesto en peligro».

Francisco se dirigía a todas las comunidades religiosas de Irak rogando « que Dios nos conceda caminar juntos, como hermanos y hermanas» pues «la religión, por su naturaleza, debe estar al servicio de la paz y la fraternidad. El nombre de Dios no puede ser usado para ‘justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión’», como señala el Documento de Fraternidad Humana que firmó en 2019 en Abu Dhabi con el gran Imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayyeb, referente teológico de mil trescientos millones de musulmanes sunníes.

Combatir la corrupción

Pero también se dirigía al gobierno, los parlamentarios y jueces, invitándoles a «combatir la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad». Y a esforzarse «para edificar la justicia, que crezca la honestidad y la transparencia, y que se refuercen las instituciones».

 

Refiriéndose de modo implícito a las guerras, Francisco ha manifestado que «vengo como penitente que pide perdón al Cielo y a los hermanos por tantas destrucciones y crueldad. Vengo como peregrino de paz, en nombre de Cristo, Príncipe de la Paz».

En esa línea ha urgido a « que callen las armas, que se evite su proliferación, aquí́y en todas partes. Que cesen los intereses particulares, esos intereses externos que son indiferentes a la población local».

Al mismo tiempo ha agradecido la ayuda internacional a la reconstrucción, y ha implorado «que las naciones no retiren al pueblo iraquí la mano extendida de la amistad y del compromiso constructivo, sino que sigan trabajando con espíritu de responsabilidad común con las autoridades locales, sin imponer intereses políticos o ideológicos».

Ante la pandemia, el Papa ha vuelto a pedir «una distribución equitativa de las vacunas para todos». Pero, sobre todo, ha señalado que esta crisis «es también una llamada a repensar nuestros estilos de vida», pues «se trata de que salgamos de este tiempo de prueba mejores que antes. De que construyamos el futuro en base a lo que nos une, más que en lo que nos divide».

El programa del Santo Padre incluye todavía un encuentro posterior con sacerdotes, religiosos y catequistas en la catedral siro-católica de Bagdad antes de retirarse a descansar en la nunciatura.

La jornada del sábado prevé una visita de la mayor importancia al Gran Ayatolá Alí Al-Sistani en su casa de Najaf, la ciudad santa de los chiíes, y un encuentro interreligioso frente al zigurat de Ur de Caldea, la tierra natal de Abraham, padre de las tres grandes religiones monoteístas.