“La Iglesia en Iraq, con la gracia de Dios, hizo y está haciendo mucho por anunciar esta maravillosa sabiduría de la cruz propagando la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente a los más necesitados”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la multitudinaria y colorida celebración Eucarística celebrada en el Estadio “Franso Hariri” de Erbil, en el marco de su Visita Apostólica a Iraq, este domingo 7 de marzo de 2021, durante su último día de visita en dicho lugar.
Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios
Este III Domingo de Cuaresma, el Santo Padre comentando la 1 Carta de San Pablo a los Corintios (1 Co 1,24) dijo que, «Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios». Y que Jesús reveló esta fuerza y esta sabiduría sobre todo con la misericordia y el perdón. No quiso hacerlo con demostraciones de fuerza o imponiendo su voz desde lo alto, ni con largos discursos o exhibiciones de una ciencia incomparable. Lo hizo dando su vida en la cruz. Reveló la sabiduría y la fuerza divina mostrándonos, hasta el final, la fidelidad del amor del Padre; la fidelidad del Dios de la Alianza, que hizo salir a su pueblo de la esclavitud y lo guio por el camino de la libertad.
No caer en la trampa de creer que somos fuertes y sabios
En este sentido, el Pontífice advirtió que, es fácil caer en la trampa de pensar que debemos demostrar a los demás que somos fuertes, que somos sabios, es decir, en la trampa de fabricarnos falsas imágenes de Dios que nos den seguridad. “En realidad – afirmó el Papa – todos necesitamos la fuerza y la sabiduría de Dios revelada por Jesús en la cruz. Aquí en Iraq, cuántos de vuestros hermanos y hermanas, amigos y conciudadanos llevan las heridas de la guerra y de la violencia, heridas visibles e invisibles. La tentación es responder a estos y a otros hechos dolorosos con una fuerza humana, con una sabiduría humana. En cambio, Jesús nos muestra el camino de Dios, el que Él recorrió y en el que nos llama a seguirlo.
Necesitamos limpiar el corazón de las falsedades
Y comentando el Evangelio según San Juan (2,13-25), en el cual se ve a Jesús que echa a los cambistas y a todos aquellos que compraban y vendían en el Templo de Jerusalén, el Papa Francisco dijo que, lo hizo porque el Padre lo mandó a purificar el templo, no sólo el templo de piedra, sino sobre todo el de nuestro corazón. “El corazón se limpia, se ordena, se purifica. ¿De qué? De las falsedades que lo ensucian, de la doblez de la hipocresía; todos las tenemos. Son enfermedades que lastiman el corazón, que enturbian la vida, la hacen doble”. Y para limpiar el corazón necesitamos ensuciarnos las manos, sentirnos responsables y no quedarnos de brazos cruzados mientras el hermano y la hermana sufren.
El Señor quiere que nos salvemos
Por ello, el Santo Padre señala que, solo Jesucristo puede purificarnos de las obras del mal, Él que murió y resucitó, Él que es el Señor. “Dios no nos deja morir en nuestro pecado. Incluso cuando le damos la espalda, no nos abandona a nuestra propia suerte. Nos busca, nos sigue, para llamarnos al arrepentimiento y para purificarnos. «Juro por mi vida —oráculo del Señor Dios— que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se convierta de su mala conducta y viva». El Señor quiere que nos salvemos y que seamos templos vivos de su amor, en la fraternidad, en el servicio y en la misericordia”.
Instrumentos de la paz de Dios y de su misericordia
El fruto de esto, afirma el Papa Francisco es que, Jesús nos libera de un modo de entender la fe, la familia, la comunidad que divide, que contrapone, que excluye, para que podamos construir una Iglesia y una sociedad abiertas a todos y solícitas hacia nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Y al mismo tiempo nos fortalece, para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin. Con la fuerza del Espíritu Santo nos envía, no a hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros, hombres y mujeres llamados a testimoniar que el Evangelio tiene el poder de cambiar la vida. El Resucitado nos hace instrumentos de la paz de Dios y de su misericordia, artesanos pacientes y valientes de un nuevo orden social.
Encontrar sanación y fuerza para servir a su Reino
Y cuando se refería a la destrucción del Templo, señala el Santo Padre, Jesús hablaba del templo de su cuerpo y, por tanto, también de su Iglesia. El Señor nos promete que, con la fuerza de su Resurrección, puede hacernos resurgir a nosotros y a nuestras comunidades de los destrozos provocados por la injusticia, la división y el odio. Es la promesa que celebramos en esta Eucaristía. Con los ojos de la fe, reconocemos la presencia del Señor crucificado y resucitado en medio de nosotros, aprendemos a acoger su sabiduría liberadora, a descansar en sus llagas y a encontrar sanación y fuerza para servir a su Reino que viene a nuestro mundo.
La Iglesia de Iraq está viva, que Cristo vive en este pueblo
Finalmente, el Papa Francisco dijo que, la Iglesia en Iraq, con la gracia de Dios, hizo y está haciendo mucho por anunciar esta maravillosa sabiduría de la cruz propagando la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente a los más necesitados. También en medio de una gran pobreza y dificultad, muchos de ustedes han ofrecido generosamente una ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren. “Este es uno de los motivos que me han impulsado a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Iraq está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel”. Los encomiendo a ustedes, a sus familias y a sus comunidades, a la materna protección de la Virgen María, que fue asociada a la pasión y a la muerte de su Hijo y participó en la alegría de su resurrección. Que Ella interceda por nosotros y nos lleve a Él, fuerza y sabiduría de Dios”.
Regreso a Roma
El Papa Francisco regresó hoy a Roma aterrizando sobre las seis de la mañana en el horario peruano, poniendo fin a una visita histórica de 4 días, a un país lleno de violencia.