Luego de varios días de la misteriosa desaparición de un costoso tomógrafo, cuyo paradero es aún desconocido, el hospital La Caleta acaba de sufrir el robo de varios balones de gas medicinal, de propiedad de una empresa particular, los mismos que han venido siendo utilizados por pacientes que padecen de diversos males, entre ellos el Covid 19.
Si un latrocinio de tal significación ocurriera en otro escenario y otras circunstancias, no tendría mayores repercusiones que la de un simple robo común. De eso no cabe la menor duda. Pero el hecho de haberse producido en las instalaciones del centro de salud más emblemático de Chimbote y, por si fuera poco, en perjuicio de decenas de pacientes que luchan por su vida en dicho nosocomio, de ninguna manera puede considerarse un hecho intrascendente.
Sin llegar al extremo de dramatizar dicha significación, lo cierto es que nos encontramos frente a una ignominia, es decir ante unas situación que no se puede aceptar ya que lesiona la dignidad de una población, aunque muchos quisieran que todo esto pase por desapercibido.
El tomógrafo es un instrumento de última tecnología que permite auscultar y graficar con toda precisión, males y daños que afectan algunos órganos internos. De los resultados que arroja el tomógrafo depende que los males sean tratados y superados con mucha mayor eficacia. Demás está decir que eso, lo saben muy bien los autores de la sustracción ya que un instrumento de tales características solo puede ser útil en un consultorio particular, una clínica o un laboratorio especializado.
En cuanto a los balones de gas, todos sabemos cuán importante es el papel que juegan en la lucha contra la pandemia. Con mayor razón, si nos remitimos a las estadísticas. En lo que va de transcurrido el presente año, el hospital La Caleta ha registrado el fallecimiento de sesenta pacientes afectados por el covid, la tasa más alta en toda la región Ancash.
Por curiosa coincidencia, hace unos días, personal de la Policía Nacional allanó en el distrito de Santa una planta clandestina dedicada al envasado de gas doméstico, donde se halló gran cantidad de balones de todo tamaño y capacidad. ¿Andarán por ahí los envases de gas que desaparecieron del hospital La Caleta?.
Con cierta dosis de humor negro, que ilustra los hechos en lenguaje popular, los propios trabajadores de La Caleta afirman que, a ese paso, el llamado hospital de los pobres puede acabar convertido en el hospital de los “robin hood”.
Y razón no les falta, pues en una reacción por demás comprensible, la empresa proveedora de gas ha emplazado al director de La Caleta a reponer cuanto antes los balones desaparecidos ya que de lo contrario se verá en la necesidad de suspender la provisión de este producto medicinal.
Ha sido a partir de este emplazamiento, que se ha podido advertir algo igualmente muy preocupante. El hospital La Caleta está bajo la jurisdicción de la Red de Salud Pacífico del Gobierno Regional de Ancash, por tanto lo correcto hubiera sido que a estas alturas el director del hospital o los funcionarios de la Red ya hubiesen brindado por lo menos una explicación sobre el particular. Su silencio no hace sino transmitir una sensación de indiferencia y de incapacidad para enfrentar un momento difícil. Es en situaciones como ésta, donde se ve quién es quién.
Ha tenido que ser la comisionada de la Defensoría del Pueblo, Dra. Roslyn Villanueva Ramírez, quien finalmente tuvo que encarar la situación. Sin más pérdida de tiempo, la Dra. Villanueva ha instado públicamente al director del hospital para que, en el término de la distancia, resuelva el problema de los balones faltantes. Con la vida y la salud de la población no se puede ser indiferente.