Por: Víctor Andrés Ponce (*)
La reciente encuesta de Ipsos en que Pedro Castillo de Perú Libre alcanza el 42% de la intención de voto y Keiko Fujimori de Fuerza Popular llega al 31% de las intenciones electorales, revela un solo e irrefutable hecho: la gente está enfurecida con este Estado fallido que, no obstante tener enormes recursos, no pudo equipar los hospitales, comprar camas UCI ni comprar vacunas. De está situación se aprovecha la propuesta comunista de Perú Libre y Pedro Castillo para intentar representar el descontento nacional a través de propuestas colectivistas, estatistas y autoritarias, que han causado las tragedias del siglo XX y explican la crisis humanitaria en Venezuela.
Si bien a una semana de la primera vuelta los resultados apenas pueden reflejar las grandes tendencias de la sociedad, es incuestionable que la mayoría quiere acabar con el Estado fallido y pretende sancionar a la clase política que condujo a este desastre. No se necesita mayor sociología para llegar a esta conclusión. De allí que cualquier estrategia electoral victoriosa de Fuerza Popular –el movimiento al cual le toca defender el sistema republicano y la economía de mercado– pasa por denunciar el derrumbe del Estado fallido y a los responsables de la tragedia nacional. En otras palabras, encabezar la ira nacional significa encabezar un sentido justo y prudente de oposición.
Únicamente liderando a la oposición contra el desastre estatal se estará en condiciones de decirle a la gente que si no hay camas UCI, si no hay oxígeno para la gente, si no hay vacunas contra el Covid, si no hay agua potable ni sistemas desagües, si no hay escuelas, si no hay carreteras, si no hay alimentos, solo es responsabilidad del Estado fallido, que se ha llenado los bolsillos con los impuestos que pagan los privados sin redistribuir la renta nacional a los sectores desfavorecidos.
Si se analiza la encuesta en mención advertiremos que la furia nacional, aparentemente, viene “de las provincias contra el centralismo” y de los sectores D y E de las ciudades, los más golpeados por la pandemia y la recesión.
Sin embargo, esas percepciones y relatos solo son envolturas que esconden la realidad. Bajo el actual modelo económico se ha producido el mayor proceso de descentralización de nuestra historia republicana, sobre todo a través de las inversiones mineras y en recursos naturales. Mediante el canon (50% del impuesto a la renta) se ha logrado que un tercio del presupuesto se ejecute a través de los gobiernos regionales y locales. Una vez más, si los recursos no se han transformado en postas médicas, escuelas y carreteras, la explicación es el Estado fallido; es decir, los gobernadores regionales vinculados a Pedro Castillo y Vladimir Cerrón.
De otro lado, las provincias y los sectores D y E de las ciudades parecen más inclinados al voto radical. Es una reacción natural frente al Estado fallido y la recesión que destruye empresas y empleo. El pánico de las frágiles clases medias a volver a caer en la pobreza es el miedo más natural en la sociedad. Sin embargo, los defensores del sistema republicano deben explicarle a la gente que gracias al actual modelo –pese al fracaso general del Estado– en tres décadas se ha triplicado el PBI, se ha reducido la pobreza del 60% a solo 20% y la sociedad se ha convertido en una de clases medias.
Basta recordar que los miles de consumidores de las ciudades son los nietos de los migrantes andinos que, alguna vez, levantaron sus casas en los arenales que rodeaban a las urbes tradicionales y que hoy son ciudades pujantes y cosmopolitas.
Diagnosticar por qué tenemos un Estado fallido que nunca acompañó el crecimiento ni el esfuerzo del sector privado formal e informal, de los mercados populares emergentes y –de otro lado– señalar a los responsables de la actual tragedia política es el punto de partida para plantear cualquier propuesta, cualquier política pública, o alternativa a la crisis.
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)