Editorial

::: BURRITAS INDOMABLES :::

Por razones obvias, uno de los servicios que debieron mantenerse en actividad desde el primer día de  la pandemia fue el transporte público de pasajeros. Aunque en forma restringida, el gobierno autorizó que este servicio de mantenga prácticamente las veinticuatro horas del día y no solamente eso. Con el mejor de los criterios, se dispuso que, previa acreditación, el combustible destinado para los vehículos de este servicio goce de una subvención especial. A cambio de ello, los conductores debían de reducir el aforo de pasajeros y respetar al pie de la letra todos los protocolos de bioseguridad. No había otra manera de enfrentar la pandemia si se quería mantener al mismo tiempo algunas labores vitales e indispensables.

Por hallarse la provincia del Santa en una de las regiones que alcanzaron el nivel de alto riesgo, registrando una escalofriante cifra de contagios y fallecimientos, los operativos de control vehicular a cargo de la Policía Nacional se hicieron cosa de todos los días. Los resultados no se hicieron esperar. Hoy, después de año y medio de vivir bajo este régimen de control sin precedentes, podemos ver con  gran satisfacción que las cifras, antes alarmantes, ahora se han reducido a su mínima expresión. Pero eso no significa que el peligro haya pasado por completo. No. El peligro todavía se mantiene.

Lamentablemente, todo indica que la disminución de tales cifras y el avance del proceso de vacunación, han sido mal interpretados por un grueso sector de la población que confía en que todo ya pasó, entre ellos los conductores de los vehículos conocidos como “burritas” que cubren el servicio  entre Chimbote y Nuevo Chimbote.

Conforme hemos dado a conocer en nuestra edición de ayer, varios pasajeros han hecho llegar a la mesa de redacción del Diario de Chimbote, videos donde se puede ver en forma preocupante el grado de relajo y descontrol que existe a bordo de estos vehículos. Se observa no solamente que todos los asientos están ocupados sino también que muchos pasajeros viajan de pie y apretujados. Por si fuera poco, podemos agregar que un buen número de charlatanes y vendedores de golosinas han vuelto a hacer de estos vehículos su centro de operaciones. Adiós a las normas de seguridad.

En una argumentación que comprendemos pero que no compartimos, las personas que han enviados estos videos consideran que, así como se permite un mayor número de pasajeros, también se debe reducir el precio de los pasajes, que de un sol se han elevado a dos soles cincuenta, 150% más.  Eso sería dar por aceptado que la pandemia ya pasó y que todo ha vuelto a la normalidad, lo que es totalmente falso. El peligro, aunque en menor intensidad, todavía está latente. Estamos frente a un mal desconocido y no tenemos la certeza si ya está totalmente vencido o puede volver a atacar. Mientras no pase el peligro, mal haríamos en abandonar las medidas de seguridad. Nadie está seguro de lo que podría suceder en cualquier momento.

Igual que los centros de abasto y otros lugares de aglomeración, los vehículos de transporte público continúan siendo uno de los principales focos de contagio. Eso es algo que no se puede perder de vista.

Ante tales circunstancias, creemos que la Policía Nacional no tiene porque bajar la guardia. Al contrario, mientras la batalla no esté ganada por completo, los operativos siguen siendo una necesidad. Hay que asegurar la victoria.

A estas alturas, nada puede ser más peligroso que hacerle creer a la población que el peligro ya pasó. Las burritas, por muy necesarias que sean, no pueden transitar a su libre albedrío. Hay que domesticarlas y para eso se requiere mano dura.