Editorial

::: NO ES UN CANTO DE SIRENA :::

Clamor de pescadores jubilados:

Hasta ayer han transcurrido doce días desde que un grupo de pescadores jubilados de Chimbote ha hecho llegar a la Presidencia del Consejo de Ministro un memorial solicitando la instalación de una mesa de diálogo para solucionar el antiguo problema de la deuda social que cargan sobre sus hombros.

Pero sin embargo, a pesar de la gravedad del problema y de la antigüedad  que éste ya tiene acumulada,  hasta el día de ayer los funcionarios del gobierno  no se han tomado la molestia de dar una respuesta como si la situación de 14 mil pescadores jubilados no tuviera la más mínima  importancia. A estas alturas, el drama de los hombres de mar no solamente es económico y social sino también humano, pues tiene que ver con su misma dignidad.

Esta no es la primera vez que los pescadores jubilados lanzan sus redes al mar de la burocracia estatal en procura de obtener un buen resultado. Son incontables los memoriales que han hecho llegar en este sentido a  más de un ministerio y organismo público. Los beneficios sociales que han dejado de cobrar los pescadores jubilados en los últimos veinte o veinticinco años supera en este momento los 312 millones de soles y durante todo este tiempo lo único que han obtenido son solamente promesas.

Con la desactivación de la Caja de Beneficios del Pescador, hace ya más de ocho años, el Estado asumió el activo y pasivo de esta institución con el compromiso de priorizar la solución de dicha deuda. Pero, igual, las promesas han seguido y no tienen cuando acabar.

Después de casi treinta años de vida, la Caja del Pescador  naufragó como consecuencia de la pésima gestión de dirigentes laborales y funcionarios nombrados por el gobierno. En todo ese tiempo los fondos de la institución fueron utilizados en la compra indiscriminada de terrenos e inmuebles a todo lo largo del litoral, la mayoría de los cuales jamás sirvieron para algo útil. Por otro lado, la deuda acumulada de las empresas pesqueras por concepto de aportes y beneficios sociales, tampoco se hizo efectiva porque simple y llanamente los directivos de la Caja jamás aplicaron las penalidades del caso. Se pusieron del lado de los patrones y le dieron la espalda al pescador.

Desde entonces, la situación de los pescadores jubilados ha ido empeorando día a día hasta llegar a un estado de por sí insostenible. Ya no quedan puertas por tocar. La única esperanza es que el Estado cumple el compromiso de asumir, ya no en el papel sino en la práctica, el activo y pasivo de la Caja del Pescador.

Doce días son más que suficientes para que los funcionarios de la Presidencia del Consejo de Ministros hayan tenido tiempo de leer el memorial y dar por aceptada la instalación de la mesa de trabajo. Mal harían en prestar oídos sordos al asunto.

Los pescadores jubilados han dedicado lo mejor de su vida a una de las tareas de más alto riesgo que existe en el mundo laboral y no sería justo que a estas alturas de su existencia se les ignore. El clamor de los pescadores jubilados no es un pedido de clemencia, es un reclamo de justicia que el gobierno está en la obligación de atender. Este clamor no es un canto de sirena.