En una decisión que ya se daba por descontada, la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justica de Ancash con sede en la ciudad de Huaraz prolongó por doce meses más la orden de prisión preventiva en contra del suspendido gobernador regional Juan Carlos Morillo Ulloa, quien viene siendo procesado por el presunto delito de corrupción en la construcción de ambientes y compra de equipamiento médico para el hospital Regional “Eleazar Guzmán Barrón” de Chimbote.
Eso quiere decir que de nada sirvió a la defensa de Morillo Ulloa acudir a la manoseada y mediática estrategia de cuestionar a través de cierta prensa la labor del fiscal anticorrupción Robert Rojas Ascón, a quien acusaron de haberse parcializado a la hora de sustentar los alegatos de su acusación. En la lucha frontal contra la corrupción, las argucias y las leguleyadas ya no tienen la misma eficacia de antes.
No obstante la enorme satisfacción de saber que esta lucha está dando sus frutos, en el fondo la decisión de la Sala Penal de Huaraz es también motivo de profunda pesadumbre, al menos para la región Ancash. De acuerdo con dicha decisión Juan Carlos Morillo Ulloa se mantendrá en prisión hasta el 30 de agosto del 2022, tan solo cuatro meses antes de que su gestión de cuatro años cronológicos concluya el 31 de diciembre. Eso significa que para Ancash son cuatro años más que se van al agua.
Pues en el hipotético caso que hasta del 30 de agosto del próximo año el juez de la causa aún no dicte sentencia contra Morillo y que éste no solamente quede en libertad sino también reasumiera su cargo, en el corto periodo de cuatro meses sería imposible que pretenda hacer lo que no ha sido capaz de llevar a cabo en tres años de gestión. Ninguna de las promesas que hizo como candidato ha podido cumplir como gobernador. Ninguna.
Pero eso no es todo. Igual que lo sucedido con César Álvarez Aguilar y Waldo Ríos Salcedo, también en el caso de Morillo los gobernadores encargados han optado en la práctica por el continuismo. Más de lo mismo y a ese paso ya se van a cumplir veinte años que la región Ancash se mantiene de escándalo en escándalo, atrapada en el remordimiento de no saber elegir a la hora de emitir su voto.
Cuando nos encontramos ad portas de un nuevo proceso electoral, estas malas experiencias tienen que servirnos de advertencia para no tropezar con la misma piedra. Ya bastante hemos tenido con más de 200 obras inconclusas y abandonadas, la gran estafa de Chinecas y el terminal portuario, el escándalo de La Centralita, los asesinatos de Luis Sánchez Milla y Ezequiel Nolasco Campos y últimamente con el inhumano mal uso de los recursos para la lucha contra la pandemia. ¿Vamos a permitir que la historia continúe?
Ancash ya no está para mantenerse un día más en ese vendaval. Los cuatro años que dura una gestión regional puede ser un tiempo relativamente corto, pero si en este periodo se actúa mal, ese mal puede durar cien años.