Después de haber permanecido durante más de ocho años en la larga y ominosa lista de obras abandonadas, los nuevos locales de las instituciones educativas Víctor Andrés Belaunde e Inca Garcilaso de la Vega han sido concluidos y puestos nuevamente en funcionamiento por el gobierno regional de Ancash, recién en el transcurso de las últimas semanas.
Y no es que esta demora se haya debido a la falta de dinero u otras contingencias externas e involuntarias. Por supuesto que no. La prolongada tardanza en la ejecución de estas obras se ha debido única y exclusivamente a la falta de capacidad de gestión y la presencia de oscuros manejos, a los que ya nos tiene acostumbrados el ente regional.
Ambas obras empezaron a ejecutarse a comienzos del año 2012 durante la gestión de César Álvarez Aguilar y debieron quedar concluidas a más tardar a mediados del 2013, conforme lo establecen respectivamente el expediente técnico y el contrato de obra. El presupuesto y toda la logística estaban ahí, a su entera disposición. Sin embargo han pasado ocho largos años tiempo durante el cual las obras han permanecido en el más completo abandono.
Por si fuera poco, en ese mismo periodo también han desfilado ocho gobernadores regionales, entre titulares y suplentes, ninguno de los cuales ha sido capaz de por lo menos intentar concluir la obra. Tampoco se han tomado la molestia de explicar a la opinión pública el porqué de tan prolongada e injustificada tardanza y menos aún les ha importado la situación a la que llevaron a miles de alumnos afectados. Como si esto no fuera suficiente, más de un gobernador ni siquiera se ruborizó en el momento de colocar una de las tantas “primeras piedras” de supuestos reinicios que jamás se hicieron realidad.
Durante estos ocho años, los alumnos han sido obligados a estudiar como ”encargados” en otros planteles vecinos, con toda la incomodidad que eso representa para una comunidad educativa. De los 1,500 alumnos que tuvo en el 2012 el emblemático colegio Víctor Andrés Belaunde, actualmente la población escolar se ha reducido a tan solo 400. Mientras tanto, en el caso del colegio Inca Garcilaso de la Vega la reducción ha sido de 1,300 á 300. ¿Es así cómo se trabaja por el futuro de las nuevas generaciones ancashinas?
Está patética realidad, que se ha dado a todo lo largo y ancho de Ancash, es suficiente para poner de manifiesto la nula importancia que tiene la tarea educativa para quienes han manejado a su libre albedrío las riendas el gobierno regional de Ancash. Todo no pasó de altisonantes discursos, falsas promesas y poses para la foto. En el caso del gobierno regional de Ancash, la óptica según la cual el fin supremo de toda obra o acción de desarrollo es el ser humano, está totalmente distorsionada o ha desaparecido por completo.
Desde este punto de vista, el caso de los colegios que fueron abandonados durante tanto tiempo encierra una valiosa y conocida lección, la misma que consiste en evitar que se repetan los errores del pasado.