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EL PROBLEMA
Un transgénico u organismo modificado genéticamente (OMG) es un organismo vivo que ha sido creado artificialmente manipulando sus genes. Esta rama de la biotecnología permite franquear las barreras interespecíficas y crear seres vivos que no podrían ocurrir en la naturaleza. Con los nuevos transgénicos, a través de la edición genética es posible también modificar directamente el material genético de un ser vivo.
Tras más de 30 años en el mercado sigue sin haber estudios a largo plazo que demuestren su seguridad para los seres humanos. Más de 300 científicos independientes han firmado un manifiesto internacional afirmando que no existe un consenso científico sobre su seguridad.
Los riesgos ambientales de los transgénicos están ampliamente demostrados. Además, no es cierto que sean la solución al hambre, puesto que la inmensa mayoría de los cultivos transgénicos alimentarios se destina a piensos animales que engordan a animales explotados en la ganadería industrial para que en los países enriquecidos podamos disponer de carne barata.
La coexistencia entre cultivos transgénicos y cultivos convencionales y ecológicos es imposible: la contaminación genética es inevitable. Tanto es así, que ante la prohibición por parte de 17 países de la UE de que se cultiven en sus territorios, España, como país productor, tuvo que aprobar una reglamentación para evitar la contaminación transfronteriza (APA/1083/2018).
Según los datos estimados de superficie cultivada con transgénicos, el 96% de los cultivos transgénicos en la UE se encuentran en España y el restante 4% en Portugal. En España la superficie cultivada viene bajando desde el 2016 y en Portugal se constata un claro retroceso desde 2012 (la superficie ha disminuido más de un 50%).
La propia administración española se muestra opaca en las cifras de cultivo transgénico: el Gobierno sigue ofreciendo únicamente estimaciones basadas en los datos de venta de semillas suministrados por la industria, cuando ya se vio que la superficie real es inferior a las estimaciones.
Hay quienes justifican todo esto en aras de “acabar con el hambre” en el planeta, pero la realidad es que los cultivos modificados genéticamente no alimentan al mundo: el 99% de los agricultores no los cultivan, el 97% de la superficie agrícola mundial sigue libre de ellos y la inmensa mayoría de la producción se destina a alimentar a animales o a producir biocombustibles.
Los cultivos transgénicos son el exponente máximo del modelo de agricultura industrial: no son necesarios ni la solución a los problemas que prometían resolver. Es más, algunos problemas incluso se han agravado, como el uso masivo de herbicidas como el glifosato y la consecuente resistencia de las plantas adventicias a estos productos.
LA SOLUCIÓN
En la UE actualmente solo está autorizado un cultivo transgénico, el maíz insecticida de Monsanto conocido como MON810.
Pese a que el cultivo de transgénicos está autorizado desde 1998 en la UE, sólo en dos países se cultiva este maíz (España y Portugal) y solo en España a una escala importante. Incluso el principal productor europeo de maíz, Francia, ha prohibido su cultivo, lo mismo que otros 17 países y cuatro regiones de otros dos países: Alemania, Austria, Bulgaria, Croacia, Chipre, Dinamarca, Eslovenia, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Países Bajos y Polonia, Valonia (Bélgica) y Gales, Escocia e Irlanda del Norte (Reino Unido).
Construir un movimiento de resistencia frente a la expansión de los cultivos transgénicos es fundamental. En España son muchos los municipios que ya se han declarado libres de transgénicos y cinco comunidades autónomas se han mantenido libres de cultivo de maíz transgénico. Incluso en Castilla y León, dónde más maíz se produce en toda España, apenas se cultiva maíz transgénico (unas 300 hectáreas en 2020).
El veto a estos cultivos es una respuesta a corto y medio plazo, pero la única solución de futuro es la apuesta decidida por la agricultura ecológica. Cuanto más se amplíe la superficie cultivada con cultivos ecológicos como respuesta a la creciente demanda de estos productos y las nuevas exigencias de la UE para alcanzar un 25% de superficie de agricultura ecológica para 2030, menor será la posibilidad de que se implanten los cultivos transgénicos.
Por otro lado, mientras se permita el cultivo de transgénicos en España, el Ministerio debe garantizar que la información es fiable y transparente.