Editorial

::: HONOR A DON ARTEMIO :::

Uno de los conceptos del que muy pocas personas se ocupan actualmente y que en todo caso solo existe en antiguos diccionarios, es la filantropía. Más que un simple concepto, la filantropía es una virtud especial  que solo ciertas mortales poseen y que se resume en aquello de dar de sí antes de pensar en sí, o darlo todo a cambio de nada. Gracias a esta virtud  se han realizado grandes obras en beneficio de la humanidad pero, como sucede con todas las cosas buenas de este mundo, la filantropía también está desapareciendo de nuestra vida cotidiana.

Uno de los últimos filántropos que la provincia del Santa ha tenido la satisfacción de ver nacer y prosperar, es la figura epónima  de Don Artemio del Solar Icochea. Santeño y agricultor de nacimiento, fue propietario de la próspera hacienda San Bartolo  y asimismo tronco de una gran familia enraizada  e identificada plenamente con esta tierra.

Como hemos dado a conocer en nuestra edición de ayer, el 1° de marzo de 1959, hace 63 años, don Artemio del Solar hizo entrega del nuevo local de la entonces Escuela de Varones 317, que hoy lleva su nombre, y que él construyó íntegramente con sus propios recursos. Un ejemplo que lamentablemente no se ha vuelto a repetir.

Hasta hoy, todos recuerdan las palabras que pronunció durante la ceremonia de inauguración: “como hijo de este lugar, no podía permanecer indiferente a la solución de un problema de vital importancia como es la educación. Gracias a la donación del terreno por la Compañía Arrocera del Santa- Hacienda San Bartolo, ha sido factible la edificación de este local”.

Sus palabras finales fueron “ruego a usted, señor representante del Ministerio de Educación, aceptar a nombre del supremo gobierno, este local escolar que lo entrego con la más honda emoción patriótica y como rendido homenaje a esta mi querida tierra. Señor Alcalde y pueblo  de Santa, queda a disposición de ustedes esta escuela fiscal 317”.

Que sepamos, acciones y palabras como las de don Artemio del  Solar, hoy en día, 63 años después, brillan por su ausencia. Esa casta de filántropos y hombres de bien, a la que él y muchos otros personajes han pertenecido, está desapareciendo paulatinamente de la faz de la tierra.

Sin ir muy lejos, eso podemos advertirlo cada vez que dirigimos la mirada a la industria pesquera. Gracias a esta actividad, decenas de empresarios se ha hecho multimillonarios de la noche a la mañana sin que por eso hayan sabido corresponder la generosidad que les brindó esta tierra. Después de acumular enormes fortunas, muchos de ellos se han marchado a otros lugares para disfrutar de la vida a toda plenitud. Lo único que le han dejado a Chimbote es una bahía convertida en una inmunda cloaca y el título de primer puerto pesquero del mundo que hasta   este momento nadie es capaz de explicar para qué sirve.

Con todo el dinero que logrado atesorar a manos llenas,  tranquilamente los empresarios pesqueros han podido construir no uno sino muchos locales escolares. Pero no lo han hecho porque simple y llanamente en su diccionario no figuran las palabras filantropía ni gratitud.

Eso quiere decir que, por  mucho dinero que haya, lo que ya no existe son personas como don Artemio del Solar. Honor a él.