Protestas de 1990 siguen enlutando a Samanco:
Corría la noche del 7 al 8 de noviembre del año 1990 y el pueblo de pescadores del distrito de Samanco, provincia del Santa en Ancash, exigía el pago de los salarios de los trabajadores que el hoy llamado complejo pesquero del que es parte Casamar, les debía. La protesta recrudeció porque los alimentos escaseaban, el pueblo tenía hambre y los trabajadores se sentían burlados por la falta de pago. En ese momento, los manifestantes liderados por el entonces alcalde de la Municipalidad Distrital de Samanco, José Romero Urbina, tomaron la avenida principal de Samanco, llamada Revolución, donde expresaron sus exigencias salariales en una protesta popular. Sin embargo, esta devino en un enfrentamiento con los vigilantes y personal de seguridad que resguardaba a la empresa pesquera. Esa tarde un balazo en el ojo mató al regidor Julio César Cano Moreno y dejó otras cuatro personas heridas. Así también lo relata Amnistía Internacional en su informe AMR 46/01/91/s, de enero de 1991.
En respuesta a la muerte del regidor, explica Romero, los trabajadores detuvieron y quemaron una cámara frigorífica del complejo pesquero y organizaron una barricada con troncos de palmera en la carretera. La protesta duró hasta la madrugada siguiente.
Romero Urbina recuerda que en esa época el arroz escaseaba. Sin embargo, un tráiler ingresó al complejo pesquero de Samanco a ocultar el producto para que no llegue al mercado. Ese hecho fue el detonante.
A Romero Urbina le quedó claro que el disparo mortal provino del personal de seguridad de la pesquera en conflicto, puesto que declara sin miedo que hizo la denuncia correspondiente ante Ministerio Público, accedió a un médico legista y también se verificó en el análisis balístico, que confirmó que la bala no pertenecía a la Policía.
El hecho de sangre lleva más de dos décadas, pero que aún permanece en la memoria del pueblo y del exalcalde Romero Urbina, un agricultor entrado en años que hoy cultiva la tierra en el sector agrícola de Samanco, con la fuerza que lo caracterizó en sus años de lucha contra la injusticia del complejo pesquero. Por ello no duda en asegurar que las manos de José Arturo Boluarte Gylling están manchadas de sangre, un hecho que no olvidan los pescadores del puerto.
“Con el señor Boluarte no ha habido nada de la tecnología en el complejo pesquero, lo único que ha hecho es llevarse las maquinarias, desaparecerlas, declararse en quiebra, se levantaron las torres de descarga, los absorbentes. Vino el fracaso con este señor. Dejaron solo paredes y el terreno. Solo una parte nomás funciona. El complejo pesquero se quedó con una maquinaria en funcionamiento y otra quedó en repuestos, así como materiales que lo fueron desapareciendo poco a poco”, relata mortificado.