Por: IVÁN ARENAS (*)
La elección de la apepista Lady Camones como titular de la presidencia del Congreso de la República, de alguna manera representa otro duro golpe para todo el arco político denominado “caviar”. Y lo más importante, el derrumbe de la hegemonía del relato que ha predominado durante tres décadas y que ha convertido la República en una guerra de religiones y excomulgaciones, A tal punto que la “antipolítica” ha llegado hasta a elegir presidentes, como el caso de Castillo. Pero ¿a qué nos referimos con que comienzan a derrumbarse 30 años de relato “caviar”? ¿No será una exageración? ¡En absoluto!
Luego de caído el régimen del fujimorato, emergió una nueva coalición de fuerzas –con predominio de las oenegés y periodistas militantes– que ha organizado la política nacional durante estos últimos 30 años. El relato central de esta nueva forma de hacer política –el régimen “caviar”, para llamarlo de alguna manera– era culpar a la “otredad” de todos los fracasos y las guerras políticas, de todos los casos de corrupción y de ingobernabilidad. Solo los “otros” eran culpables. Y esos otros eran todo lo que oponía a la narrativa del “régimen caviar”: el fujimorismo, el aprismo y a veces hasta el acciopopulismo, como en el caso de Manuel Merino. Es evidente que algunos yerros tuvieron tanto el fujimorismo, como el aprismo, no obstante ello no quita la intensa guerra mediática y judicial contra estos partidos y sus líderes.
Hoy, luego de casi 30 años, recién y de a pocos se ha ido desmontando, ladrillo a ladrillo, el copamiento exagerado que desarrolló este sector político, sobre todo en instituciones claves. El Tribunal Constitucional o el Ministerio Público están ahora piloteados por profesionales sin rubor político, o integrados por magistrados sin sesgo ideológico que nuble sus decisiones o que los conviertan en instrumentos de caza política de brujas.
El Congreso, donde reside el poder –en atención a la frase de Haya de la Torre de que el Parlamento es el primer poder del Estado—no se deja someter a las campañas mediáticas de cierto sector que busca, a como dé lugar, su cierre. ¿Qué falta? Sin duda el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) de Salas Arenas, por ejemplo.
Además de todo lo anterior, vale mencionar que algunos medios, que convirtieron sus redacciones en cuarteles de guerra, han equilibrado sus juicios políticos. Y que algunos analistas han vuelto a hacer su trabajo sin la pasión del “anti”. Eso es sin lugar a dudas algo bueno.
Pero, como decía, el relato de este régimen –cuya cultura de la cancelación alcanza aún a cualquiera–, construido durante 30 años y que empezó con una transición excomulgativa está a un paso de derrumbarse. Hace falta un proyecto alternativo político, integrado por partidos políticos que propongan una nueva transición democrática sin exclusiones y, sobre todo, respetando las instituciones, que son el roble de la democracia.
(*) Publicado en El Montonero (www.elmontonero.pe)