Por: César Villón Ruiz (*)
La Psicóloga Ana Estrada Ugarte, hoy con 45 años de edad y con una enfermedad “Polimiositis”, que significa una enfermedad sistemática que afecta a todo el cuerpo, un sistema principal es la debilidad muscular; esta enfermedad la ha conllevado desde la edad de trece años. Al verse sin solución a su edad y sin resultados de la ciencia médica, se ha visto obligado a dar fin a su vida, mediante el cual solicita una muerte digna y sin que se pueda criminalizar la conducta de los médicos que participarán de la eutanasia, ya que esta enfermedad es incurable, progresiva y degenerativa, llamada poliomiositis.
Hay mucho que decir en el sentido de la vida: si los médicos, los Psicólogos no le dan una solución en el ánimo de sus días que le queda, entre el dolor, sufrir y trauma: el dolor en nuestra vida corporal es como parte de un proceso de limpieza interna; sufrir es un medio, nunca un fin en sí mismo; trauma tiene su forma de llegar a nosotros, y tiene un poder como ninguna otra cosa. Todo este sufrimiento sensibiliza si escuchamos su mensaje, pero si lo negamos y tratamos de escondernos en él nos hace más daño. Existe mucha diferencia entre glorificar el sufrimiento a ser santo y utilizarlo con inteligencia. Quien sabe sufrir se acerca más a Dios, es compasivo, paciente, tenaz, es bondadoso y servicial, es feliz de estar al lado de los que ama, aprende a estar solo en su soledad, acepta aún con lágrimas, la adversidad, la enfermedad, la muerte, alcanza elegancia espiritual, se despega de las cosas de la tierra y se contenta con muy poco. Entonces la vida es una oportunidad preciosa, que se nos ofreció con generosidad y que no fue, en absoluto desperdiciable quien vive “bien” en el sentido de la bondad, no puede sino morir bien. Es entonces cuando debemos decir en nuestra vida. “¿Cómo tener una muerte digna”? Los conocedores de la palabra de Dios decimos: La muerte es la experiencia inevitable de todo ser humano. La muerte es la perdida inefable de alguien que se fue sin tener idea real de una eternidad de gloria o de una eternidad de tormento. Por eso, solo se puede llamar “muerte digna”, cuando se muere con una esperanza viva. Así murieron los Santos hombres en la antigüedad (Profetas y Apóstoles), entregando sus vidas hasta la muerte, por aquel que murió en la cruz, afirmando su fe en aquel dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque este muerto, vivirá”. Morir en Cristo y arrepentidos de pecar es realmente una muerte digna.
(*) Trabajador de Sima Chimbote