Por: Miguel Rodríguez Liñán (*)
¿El almuerzo? Simple y contundente como el día de hoy, primero de octubre, biftec, ensalada, papas fritas, queso, pan y vino, como la calle Constantino… Nubes perezosas se alargan y difuminan en los cielos de metal, como dice el poeta. Hace un friecito digno del otoño en Provenza… Tres semanas de sequía total, amigos, saharas, desiertos de Arabia y desiertos de Patagonia de sequía literaria, cero de cero, nada de nada, ¿se me acabó la tinta o qué?… Mi brazo derecho pesa una tonelada, mi mano está paralizada, los dedos de mono rechazan el lapicero, y por unos segundos pienso hasta aquí llegué, caballero, de pronto ya dije lo que tenía que decir, de pronto hoy muero… Pienso y no pienso… Pienso con hilachas de pensamiento y observo el entorno satisfactorio de mi vida actual, yo que fui vagabundo ahora tengo casa, mujer y gato, la verdad no sé de qué me quejo, ah, sí, me quejo de la sequía, sólo de la sequía me quejo, me siento desamparado como un perro calato de Sechura en la ciudad, mi cresta es de color zanahoria, aparte de eso no tengo un pelo en el cuerpo, y no se imaginan lo que ahora me cuesta, amigos, construir una frase cualquiera, pero que tenga sentido en el sentido que yo lo entiendo, es decir que provoque placer o estremezca, mínimo, si no, no vale.
Pero volvamos a este nuevo intento. Primero, la ceremonia casi cotidiana de las compras en el supermercado, que según cómo se mire puede ser una versión del paraíso, poco antes del almuerzo redentor… Mientras la suegra prepara la ensalada con ajo machacado y vinagre, yo afilo el cuchillo para dividir los trozos de carne, que son generosos… Es un deleite cortar carne color carne con este cuchillo azul acero, pienso, lo anoto de inmediato, luego lo borro, es el recuerdo de una frase del maestro Henry Miller, el cielo es azul como un cuchillo por la puta madre, ¿hasta cuándo seguiré copiando? ¡Al menos ahora me doy cuenta!… Corto pues la carne con un cuchillo azul cielo, corto tremendos bifsteaks de solomillo, no, de basse-côte, que corresponde al lomo chuletón previo descorche de un excelente vinillo de la Loira y sus castillos… Veamos, leamos las etiquetas del néctar
Val de Loire Les Gadelières Bourgueil
Este primero de octubre insólito, voilà, vamos a degustar un vino perfectamente estructurado, mejorado con aromas de frutas rojas como la frambuesa, la cereza, la grosella, que acompaña idealmente la carne de res, así como las pequeñas piezas de caza, faisanes, conejos, tórtolas, liebres, tordos, perdices… Digo Bourgueil y evoco las riberas y el valle del Loira, veo los famosos castillos, todavía escucho a mi tía madrina, mi tía Irma, hablando de las aventuras del Conde de Montecristo, por un lado, y por otro de los susodichos castillos, que datan de la época de la guerra de Cien años entre francos e ingleses, dice, después fueron arreglados y reconstituídos entre los siglos 15 y 16, para los reyes de la época, en esto pienso pensativo antes del almuerzo después de consultar con Wikipedia, cuando llega la cuñada con un cargamento de víveres diversos… Hablamos y hablamos… Y como ayer estuve a punto de romper un plato antiguo y Boconcita puso el grito en el cielo, de nuevo pregunto el porqué, sólo es un plato, no dice ella, no es cualquier plato, es un Moustiers… Gracias al arribo de la cuñada y a Boconcita con suegra incorporada, me entero que la preciosa loza de Moustiers-Sainte-Marie… ¡Tiene hasta un museo! que contiene piezas de los siglos 16 y 17, de modo que disculparán la pequeñez… ¡Casi rompes un plato Moustiers dice ¡Casi no vale! digo y se cierra el incidente con el postre a base de queso de cabra, higos de Turquía, uvas y mangos.
Más tarde, paseo vespertino con el clima transformado, ahora primaveral, 25 grados, pronto 28. Contacto con natura en el bosque de Lambesc, con ardillas y culebras lejos, saltamontes y mantis religiosas cerca, cielo despejado, bajas nubes vagabundas, olor a tierra, la suegra expuesta al sol en su silla de ruedas, las hermanas se internan en los sendero del bosque, buscan tomillo fresco, el viento sopla ligero entre los follajes, yo me acuesto en un claro y escribo esto, ya menos preocupado.
Por la noche rumbo a Aix-en-Provence, rue Joseph Cabassol, el sol, rue Mazarine, ¡hoy vamos al cine! Al final de l’avant-première, tenemos el placer de ver en carne y hueso, luego de felicitar al gran Jamel Debbouze, luego media vuelta a Lambesc, pasta y salsa de tomate para finiquitar.
Al día siguiente, ejercicios al aire libre, no lejos del molino. Al día siguiente, búsqueda de un pollo asado con su respectivo jugo juguete, con sus respetivas papitas asadas exquisitas. Al día siguiente, de nuevo de paseo, estamos ahora en el dique de Bimont, hace calor, ahora 28 grados, luego helados en Vauvenargues, donde hay mercado de antigüedades, siempre que vengo a Vauvenargues me siento feliz, aquí está el castillo del joven marqués que después compró Picasso, allí mismo está enterrado el pintor, el joven marqués es Luc de Clapiers, pensador y escritor de genio fallecido a la temprana edad de 31 añitos, quien dice por ejemplo, en su obra Reflexiones y Máximas:
« Ceux qui méprisent l’homme ne sont pas des grands hommes »
Los que desprecian al hombre no son grandes hombres.
« Les conseils de la vieillesse éclairent sans échauffer, comme le soleil d’hiver »
Los consejos de la vejez alumbran sin calentar, como el sol de invierno.
« Les grands hommes parlent comme la nature, simplement »
Los grandes hombres hablan como la naturaleza, simplemente.
« La solitude est à l’esprit ce que la diète est au corps »
La soledad es para el espíritu lo que la dieta para el cuerpo.
« Pour exécuter de grandes choses, il faut vivre comme si l’on ne devait jamais mourir »
Para realizar grandes cosas es preciso vivir como si nunca debiéramos morir.
Luc de Clapiers (1715-1747), Marqués de Vauvenargues
¡Como si nunca debiéramos morir! ¡Ya es hora del regreso! ¡Y las chicas contentas! ¡Salud por eso!
(*) Escritor y poeta radicado en Francia