Por: VÍCTOR ANDRÉS PONCE (*)
¿Puede existir un Estado que se proponga sobrevivir en el tiempo que permita que un ex jefe de Estado desarrolle una estrategia de secesión de su territorio? ¿Acaso lo permitirían países con gran historia como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia e, incluso, Chile y Brasil?
Hoy es un lugar común sostener en el país que la insurrección que se desarrolla contra el Estado de derecho tiene mucho que ver con la estrategia de Evo Morales y sus seguidores del MAS boliviano, que a través de la hechicería de los llamados “pueblos originarios” se han trazado una estrategia de reconfiguración geopolítica de Bolivia, Perú y Chile.
No vamos a entrar a la discusión de la magia de los pueblos originarios que no resiste el menor análisis. Únicamente basta decir que las gramáticas del quechua y del aymara fueron redactadas por sacerdotes españoles y que las vestimentas de los hombres andinos son copias fieles de los hombres rurales de la Castilla española para sostener que en los Andes existe un poderoso e intenso mestizaje.
La insurrección que se desarrolla contra el Estado de derecho y contra la unidad territorial del Perú dejará una herida sangrante entre Perú y Bolivia, y algún hecho, algún gesto, tendrá que curar semejante lesión entre ambos estados. De lo contrario, tarde o temprano la herida y el dolor nacional podría escalar a tensiones mayores. En ese sentido, el Gobierno, el Estado y las élites bolivianas deberían imaginar una manera de reparar los agravios que ahora son evidentes para todos los peruanos, para todos los civiles y militares, excepto para los comunistas que no creen en la idea de Perú, de república peruana.
La propia sobrevivencia del Estado peruano, la propia continuidad del Estado de derecho, inevitablemente llevarán a exigir esa reparación, porque la continuidad de la república del Perú parece complicada frente a la impunidad de la que parece gozar Evo Morales, quien en pleno siglo XXI, con todas las armas de la posmodernidad y la guerra cultural, ha desarrollado una estrategia abierta de secesión territorial contra el Perú, sin necesidad de movilizar ejércitos o plantear una guerra convencional.
¿Cómo se atrevieron a tanto los estrategas bolivianos del panandinismo? Si bien se trata de una estrategia que propaga una religión fundamentalista –la de los pueblos originarios– en los peruanos quechuas y aymaras, desde varios años atrás, quizá el triunfo de Pedro Castillo llevó a creer a los estrategas altiplánicos que el Estado peruano estaba en ruinas. De alguna manera Evo y sus seguidores se creyeron su propia religión y olvidaron que el Estado del Perú tiene más historia que cualquier estado de la región. Alguna vez fue el centro de todo, durante la época virreinal, y algo así sobrevive, aunque no se perciba.
Hoy el Estado peruano, el Estado de derecho, seguirán sobreviviendo y el agresor cultural, el estratega de la secesión, no cabe la menor duda, enfrentará graves problemas.
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)