Lo que falta es capacidad de gestión:
El colapso del canal del sistema IRCHIM que abastece de agua tanto a los agricultores de Tangay como también a la planta de tratamiento de agua potable de Sedachimbote, es algo que estaba completamente previsto. Desde hace ya varias semanas los agricultores venían reclamando en forma insistente el mantenimiento del canal por una razón muy poderosa que ellos y toda la población de Chimbote conocen a la perfección. Esa razón obedece a las precipitaciones fluviales que se producen cada mes de marzo, y suelen poner en grave peligro la integridad esta antigua infraestructura de riego. Eso es algo que no necesita de mayores pronósticos. Hace muchísimos años está escrito con letras mayúsculas en el calendario de la provincia del Santa.
Y como para que no quede la menor duda de lo que estamos afirmando, la torrencial lluvia que cayó el pasado lunes 13, tuvo la misma intensidad y causó los mismos estragos que la lluvia del 15 de marzo del año 2017, hace exactamente seis años. El fenómeno El Niño y cualquier otro evento similar, son fenómenos cíclicos, es decir una historia ampliamente conocida que cada cierto tiempo se producen sí o sí.
En efecto, entre los daños de mayor magnitud que nos ha dejado la última lluvia torrencial, está la rotura del canal del sistema IRCHIM que, a su vez, ha ocasionado el desabastecimiento del servicio de agua potable a los usuarios de Nuevo Chimbote. Como no puede ser de otra manera, la interpretación de esta reiterada y enojosa coyuntura nos conduce inevitablemente a pensar en el futuro.
Mientras Sedachimbote continúe dependiendo del sistema IRCHIM, la historia va a continuar. Y no solamente cada mes de marzo, sino también cada vez que los agricultores cierran compuertas ajenas para irrigar sus cultivos o para realizar la limpieza del canal. Si Sedachimbote va a continuar dependiendo de esta coyuntura, jamás va tener autonomía operativa y vamos a seguir viviendo como en los tiempos de la carreta. Todo eso, en agravio de un universo que por ahora supera los 300 mil habitantes.
Pero es evidente que la causa por la que Sedachimbote se ha quedado detenida en el tiempo, no es por la falta de agua. A diferencia de otras empresas que prestan este servicio en otros lugares del país, Sedachimbote tiene a su disposición dos grandes fuentes naturales que corren a nivel de superficie, como son el río Santa y el río Lacramarca, fuentes que traen agua los doce meses del año y no solamente cuando llueve. Encima dispone de una napa freática equivalente a un mar subterráneo de agua dulce, que también está su disposición. Como afirman los expertos en planificación urbana, el problema de SedaChimbote no es la falta de agua sino la falta de una buena gestión en el aprovechamiento de los recursos hídricos que la naturaleza ha puesto a su disposición.
En este punto de la reflexión, es inevitable traer a colación lo que han logrado la ciudad de Trujillo. En un spot publicitario difundido a nivel nacional, nuestros vecinos de La Libertad muestran orgullosos la planta de tratamiento de agua potable que han construido en Alto Salaverry, con la envidiable capacidad de un millón de metros cúbicos, suficiente para que la ciudad no sufra jamás la interrupción de este vital servicio. Lo único que les faltó reconocer es que las aguas provienen del río Santa.
El problema, como se puede ver, no es la falta de agua. En todo caso, el problema es no saber aprovechar lo que la naturaleza ha puesto a nuestro alcance.