Opinión

TOMANDO EL PULSO AL PAÍS

PARTE II

Por: CPC  SERGIO AGURTO FERNANDEZ

Retrocedamos la mirada hasta algunas décadas atrás, para rescatar experiencias vividas en temas educativos, que de replicarse de aquí para adelante, con seguridad que nos puede cambiar la vida, aunque Ud. no lo crea y que bien merece ser puesto en la agenda política.

EDUCACION SECUNDARIA.- Esta etapa educativa es la que más cambios radicales han sufrido, todo por cuestiones políticas que atentaron contra la vigencia de un modelo excepcional, que dejó huellas en la vida nacional. Hasta el año 1968 funcionó lo que en ese momento se llamó “Educación para el Trabajo”, que consistía en impartir la educación secundaria en tres modalidades: 1) Secundaria Común, ahí se daba énfasis a los cursos de letras y ciencias, con capacidad para postular a cualquier carrera universitaria, pero sin ninguna formación laboral que le permita al egresado a generar sus propios recursos; 2) Secundaria Comercial, con formación para trabajar en áreas administrativas, al término de la cual se optaba el título de contador mercantil, previo examen de grado. Se podía trabajar de manera independiente o para un empleador. La línea de carrera en la universidad se orientaba solo a contabilidad; y 3) Secundaria Industrial, con titulación en una carrera técnica como mecánica de producción (Torno, fresa, cepillo, etc.,), mecánica automotriz, electricidad, etc., y en las mujeres: industria del vestido, cosmetología, repostería, etc. El estudiar en estas dos últimas modalidades, permitía al alumno egresar con un oficio bajo el brazo, con aptitud para crear su propio empleo. Quienes hemos cursado estudios en estas modalidades, podemos dar fe de los exitosos resultados académicos, que merecen ser replicados para beneficio de la comunidad educativa.

La educación secundaria se impartía en dos turnos, mañana y tarde, creando una habitualidad irreprochable que se traducía en una buena formación académica como para seguir estudios superiores. Por entonces no existían las academias pre universitarias, por ser innecesarias; solo aparecieron cuando la educación secundaria fue de un solo turno y no se cumplía con el dictado total de los cursos, pero que ahora se ha convertido en una instancia obligatoria entre la secundaria y la universidad.

También queda en el recuerdo la educación pre militar (IPM), impartida por un miembro del ejército, con la rigurosidad que ello significaba: todos correctamente vestidos, pelo corto y conocimientos básicos de la vida militar. Debe volverse a dictar.

EDUCACION SUPERIOR.- Hay razones de hecho para sostener que la educación universitaria no debe de ser gratuita, por más que las arcas fiscales estén sobrecargadas de recursos dinerarios. Cuando todo está a la mano sin costo para el usuario, lleva a pensar que es una generosidad divina, como el maná caído del cielo, toda una ilusión mental que la realidad lo disipa, y, al servicio brindado no se le da el estatus que se merece en la competencia de necesidades del estudiante, porque todo es gratis. Claro, hasta el siglo pasado por ejemplo, estaban los “estudiantes vitalicios”, con muchos años sin abandonar las aulas, porque les era rentable pertenecer a algún centro federado o a la federación de estudiantes. Eran los clásicos románticos de la política, cuya única misión  era alborotar el ambiente académico, para dilatar el tiempo de duración de la carrera universitaria, que por fortuna está en extinción. ¿Este desfase de tiempo acaso se da en la universidad privada?,!NO!, porque ahí todo cuesta y el alumno lo sabe muy bien.

En esta perspectiva se tiene que distinguir que la educación universitaria se tiene que impartir en dos modalidades: 1) Pre pago.- típico en las universidades privadas, al contado o fraccionado a pagos mensuales, donde se tiene que estar al día en los pagos para ser admitido en el aula; y 2) Pos pago.- modalidad que se tiene que aplicar en las universidades estatales, cuyo resarcimiento del costo de la educación impartida, se debe de efectuar al término de la carrera profesional.

Para que este resarcimiento funcione, se tiene que aprobar una ley que contemple la creación de un impuesto (¿2%?) de periodicidad mensual, que involucre a todo profesional egresado de una universidad estatal, hasta los 65 años de edad, que debe ser pagada a la universidad de origen, para fines de investigación exclusivamente, descontable por planilla o pago directo. Si cuantificamos el rendimiento del impuesto con el porcentaje referido, en un periodo de 30 años, con una vida laboral desde los 35 hasta los 65 años de edad, puede equipararse a lo que un estudiante pagó el costo de la carrera en una universidad privada, con una pensión promedio de S/. 700.- Aquí está bien aplicado el principio de la reciprocidad (Educación vs costo del servicio), y ante tanta indiferencia de los obligados, no se puede ser tan “cara dura” como para haber perdido el sentido de la gratitud.

¿Y por qué este impuesto?, básicamente por la falta de honestidad profesional del egresado, pese a haberse graduado en una universidad pública, pícaramente no declara a la Sunat, todos los honorarios percibidos, por lo tanto evade el impuesto, robándole descaradamente al Estado. Los signos exteriores de riqueza dibujan su pésimo comportamiento como contribuyente.

Ojo, el impuesto que se propone nada tiene que ver con el impuesto a la renta de cuarta categoría que mensualmente está obligado a pagar. Cuando un usuario solicita los servicios médicos, legales o contables, ¿Acaso el profesional cumple con otorgarle su recibo de honorario por el servicio prestado?, claro que no, se pone dubitativo o se altera cuando se le solicita. Peor aún, sin vergüenza alguna y a través de sus hijos, quiere seguir usufructuando de la educación pública gratuita, quitándoles oportunidades académicas a los estudiantes de bajos recursos económicos. Un padre de familia, luego de darles una profesión a sus hijos, habrá cumplido con su obligación paternal; pero ¿También debe seguir educando a sus nietos?, es obvio que no, a no ser que sean huérfanos. Ambas posturas son similares.

En las universidades, así sea por cultura, se debe fomentar la enseñanza de los cursos de contenido empresarial y financiero, para convertir al egresado en un emprendedor (Empresario) que crea su propio empleo, y no como hasta ahora, que sale con la mentalidad de ser un subordinado más, que deja las aulas para ir a tocar las puertas de las instituciones públicas o de las empresas, que a veces ni se les abren, quedando truncas sus expectativas de una vida mejor y dejar de seguir siendo una carga para los podres,

Todo esto para cambiar el equivocado concepto que se tiene del Estado, donde los ciudadanos de todos los estratos sociales, creen que el Estado debe seguir siendo el eterno proveedor de los servicios públicos gratuitos, especialmente en salud y en educación.

En su amplia y variada geografía hay mucho por hacer por el Perú, desde la construcción de vías comunales, puentes que interconectan pueblos, el aprovechamiento de las caídas de agua para la construcción de mini centrales eléctricas, el mejoramiento genético de la ganadería, etc., que bien pueden ser desarrollados por los egresados de las universidades de carreras afines, en sustitución de la tesis para la titulación, siendo esta una decisión voluntaria. Anteriormente había el programa SECIGRA (Servicio civil para graduados). Se debe ver la factibilidad del modelo para volver a él.

En la década de los años 60, el gobierno del Presidente Kennedy  creó el programa “Cuerpo de Paz”, en virtud del cual se enviaron al Perú a jóvenes profesionales para apoyar a las comunidades alto andinas en la ejecución de las tareas de infraestructura física de la comunidad, que hasta ahora están vigentes.