Editorial

CONTRATISTAS FAVORITOS

Algo de nunca acabar:

Si observamos con frialdad y detenimiento las cosas que suceden a nuestro alrededor, vamos a comprobar que  no es nada del otro mundo que la gran mayoría de  organismos e instituciones del Estado,  tengan sus contratistas favoritos;  aquellos que siempre salen favorecidos  con cada buena pro o cada licitación que se convoque. Ya sea a nivel de gobierno central, regional o local, lo cierto es que existen empresas contratistas que se valen de todo para acaparar  la ejecución de obras y la contratación de servicios. Desde antes de convocarse la licitación, ya se sabe quién va a ser la empresa afortunada.

Solo en los últimos treinta años, hemos visto hasta la saciedad la proliferación de casos de esta calaña. El más notorio lo ha protagonizado la empresa  brasileña  Odebrecht.  Los ex presidentes Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczinski, han caído en los tentáculos de  este monstruo de la corrupción. No se salvaron de él la ex alcaldesa de Lima, Susana Villarán, y, cuando no, el ex presidente de la región Ancash, César Álvarez Aguilar. Centenares de millones de soles es el costo  que le ha costado al Estado peruano esta orgía de saqueo y aprovechamiento.

La modalidad empleada para obtener este favoritismo es el contubernio.  Desde mucho antes de lanzarse una licitación, ya se sabe quién es, o quién  tiene que ser, el postor que va a ganar la convocatoria. Desde el mismo momento en que se inicia el proceso de licitación, los demás postores tienen que hacer hasta lo imposible con tal de  dejarse ganar; desde  colocar en su propuesta una cifra mayor al presupuesto de la obra, hasta presentar documentos deliberadamente mal elaborados. Al final, eso también tiene su recompensa.

Según el comentario que publicamos en nuestra edición de ayer,  resulta sorprendente que las obras de la avenida Costanera y la remodelación del Estadio Centenario,  licitadas durante  la gestión del ex alcalde Roberto Briceño Franco, hayan sido adjudicadas  a un mismo grupo de empresas. En líneas generales, eso no tendría por qué llamar la atención. Como es noticia de todos los días, las gestiones municipales también tienen sus contratistas favoritos. Lo raro sería que no lo tuvieran.

La coincidencia radica en que, extrañamente, a estas alturas ambas obras ya debieron estar totalmente concluidas, pero hasta el día de hoy se mantienen inconclusas. Mientras la obra del estadio adolece de  monumentales incongruencias,  la obra de la avenida Costanera continúa cayéndose a pedazos; pero no por culpa del mar, que nunca dejará de moverse, sino por culpa de su deficiente diseño y peor ejecución.

Por lo demás, en una economía de libre mercado, como la que nos han impuesto, las empresas contratistas son libres de competir en la ejecución de obras públicas, en las condiciones y bajo la modalidad que mejor les parezca; ya sea en forma individual o como consorcio.

Para participar en un proceso de licitación, nada  prohíbe a estas empresas cambiar de razón social y asociarse, ya sea con Dios o con el diablo,  con tal de ganar la licitación. En todo caso, ya será el Organismo  Supervisor de Contrataciones con el Estado, OSCE, la Contraloría General de la República y, si Dios lo permite, el Ministerio Público, las instituciones que se encarguen de poner las cosas en claro y salir en defensa de los intereses del Estado. De no ser así, tengan la seguridad que siempre existirán contratistas favoritos.