Por: Mg Ing. Jorge Luis Carranza Lujan
La inteligencia artificial en el campo de la tecnología de la información o ingeniería surgió en la década de 1950. Su objetivo es crear sistemas informáticos inteligentes que imiten la inteligencia humana, que ya es multifacética y compleja.
En este siglo XXI la inteligencia artificial se constituye en una fuerza que supera en muchos aspectos a la ficción, porque de cierto modo ya está presente en todos los ámbitos de la vida social, desde los motores de búsqueda por internet para determinar los gustos y preferencias en el acceso a la información digital, hasta en refrigerados inteligentes capaces de emitir órdenes de compra para mantener la disponibilidad de ciertos alimentos a medida que se van agotando.
El objetivo de la IA, es lograr que una máquina tenga una inteligencia de tipo general similar a la humana, es uno de los objetivos más ambiciosos que se ha planteado la ciencia. Por su dificultad, es comparable a otros grandes objetivos científicos como explicar el origen de la vida, el origen del universo o conocer la estructura de la materia. A lo largo de los últimos siglos, este afán por construir máquinas inteligentes nos ha conducido a inventar modelos o metáforas del cerebro humano. Por ejemplo, en el siglo XVII, Descartes se preguntó si un complejo sistema mecánico compuesto de engranajes, poleas y tubos podría, en principio, emular el pensamiento. Dos siglos después, la metáfora fueron los sistemas telefónicos ya que parecía que sus conexiones se podían asimilar a una red neuronal. Actualmente el modelo dominante es el modelo computacional basado en el computador digital.
Los sistemas de inteligencia artificial (IA) suelen dividirse en tres niveles de competencia:
La IA específica o débil, que engloba sistemas de IA capaces de realizar tareas específicas o resolver problemas concretos, con un nivel de rendimiento hoy en día superior al de los humanos. Todos los sistemas de IA actuales son IA específica: los chatbots como chatGPT, los asistentes de voz como Siri y Alexa, los sistemas de reconocimiento de imágenes y los algoritmos de recomendación.
La IA general o fuerte, que muestra un nivel de inteligencia similar al de los seres humanos, incluida la capacidad de comprender, aprender y aplicar conocimientos en una amplia gama de tareas. Incorpora conceptos como la conciencia. La IA general es en gran medida hipotética y no se ha logrado hasta la fecha.
Súper IA, que se refiere a sistemas de IA con una inteligencia superior a la humana en todas las tareas. Por definición, somos incapaces de entender este tipo de inteligencia del mismo modo que una hormiga no es capaz de entender la nuestra. La súper IA es un concepto aún más especulativo que la IA general.
RIESGOS DE LA INTELIGENCIA
ARTIFICIAL
La inteligencia artificial (IA) tiene el potencial de mejorar nuestras vidas de muchas formas, pero también conlleva ciertos riesgos y desafíos. A continuación, te presento algunos de los principales riesgos asociados con la inteligencia artificial:
Desplazamiento laboral: La IA puede automatizar tareas y trabajos que antes eran realizados por seres humanos. Esto puede resultar en la pérdida de empleos en ciertos sectores, lo que puede generar desigualdad económica y social si no se gestionan adecuadamente las transiciones laborales.
Sesgo y discriminación: Los algoritmos de IA pueden estar influenciados por sesgos inherentes a los datos con los que son entrenados. Si estos datos contienen sesgos o prejuicios, la IA puede perpetuar y amplificar la discriminación en áreas como el empleo, la vivienda, la justicia y más. Es fundamental abordar este problema mediante la recolección de datos más equilibrados y la implementación de mecanismos de evaluación y corrección.
Privacidad y seguridad: Con la creciente cantidad de datos recopilados y analizados por sistemas de IA, existe un riesgo significativo de violación de la privacidad. Si los datos personales no se protegen adecuadamente, pueden ser utilizados de manera indebida o comprometidos, lo que podría tener consecuencias negativas para los individuos y la sociedad en general.
Dependencia y singularidad tecnológica: Existe la preocupación de que la sociedad se vuelva demasiado dependiente de la IA y la automatización, lo que podría conducir a una pérdida de habilidades humanas esenciales. Además, algunos teóricos han planteado la posibilidad de la “singularidad”, un punto en el que la IA supera la inteligencia humana y puede tener consecuencias impredecibles.
Manipulación y desinformación: Los sistemas de IA pueden ser utilizados para crear y difundir información falsa o manipulada a gran escala. Esto podría ser aprovechado para influir en elecciones, propagar noticias falsas o manipular comportamientos y opiniones públicas, lo que amenaza la integridad de la democracia y el debate público.
Riesgo existencial: Aunque puede ser más especulativo, algunos investigadores y expertos en IA han planteado preocupaciones sobre el riesgo a largo plazo de que la IA pueda volverse tan poderosa y autónoma que presente amenazas para la supervivencia de la humanidad. Este escenario, conocido como “riesgo existencial”, es objeto de debate y ha llevado a llamados a la investigación y el desarrollo de IA segura y ética.
Conclusiones
Se concluye, que la AI tienen el potencial para trastocar los estilos de vida de la civilización en general de muchas formas llegando, incluso, a alterar la condición humana de modo negativo al cambiar su identidad e integridad genética y debilitar el protagonismo de las personas en la construcción de sus propias realidades.
La presencia de la inteligencia artificial en internet es cada vez más notoria. No sólo la encontramos en las actualizaciones y notificaciones de las redes sociales sino también en las búsquedas que realizamos.
El uso que se está haciendo de la AI, hoy en día, de los algoritmos de la inteligencia artificial nos encierra en cámaras eco donde los contenidos a los que accedemos y atendemos son, con bastante probabilidad, sesgados y parciales, pero altamente estimulantes, porque responden a lo que queremos percibir y escuchar.
Este sesgo cognitivo de la atención nos impide analizar e interpretar la realidad de forma crítica, diversa y no polarizada. Nos sitúa, por tanto, en una posición concreta que guiará nuestra conducta y nuestras emociones y que funciona a modo de patrón o esquema cognitivo, a partir del cual evaluamos e interpretamos la realidad.
La Inteligencia Artificial es una disciplina transversal que puede aplicarse a cualquier campo, desde la educación al transporte, la sanidad, el derecho o la manufactura. Por tanto, está cambiando profundamente todos los aspectos de la sociedad. Incluso en su forma de “IA específica”, tiene un importante potencial para generar un crecimiento económico sostenible y ayudarnos a afrontar los retos más acuciantes del siglo XXI, como el cambio climático, las pandemias y la desigualdad.
Es importante abordar estos riesgos y desafíos mediante el desarrollo y la implementación de políticas, regulaciones y prácticas éticas en el campo de la IA. La colaboración entre investigadores, expertos en ética, responsables políticos y la sociedad en general es esencial para aprovechar los beneficios de la IA de manera responsable y mitigar los posibles impactos negativos.