A medida que América Latina atravesaba su sorprendente cambio de la dictadura a la democracia en las décadas de 1980 y 1990, se redactaron nuevas constituciones. Conscientes de experiencias pasadas con gobiernos centrales fuertes, muchos países delegaron poderes a gobiernos locales. La proporción del gasto controlado por niveles subnacionales de gobierno casi se duplicó entre 1985 y 2015, al 25 %. El Banco Mundial y otras instituciones aplaudieron. Los gobiernos locales, consideraron, responderían mejor a sus electores.
Sin embargo, un documento, actualmente bajo revisión por pares, de Antonella Bancalari del Instituto de Estudios Fiscales de Londres, puede hacer que los defensores de la descentralización se detengan. La Sra. Bancalari estudió un plan de $ 3 mil millones en Perú para construir alcantarillas entre 2005 y 2015. Los 1.800 municipios del país tomaron la iniciativa. Descubrió que las malas prácticas de construcción aumentaban las muertes de niños. La tasa de mortalidad de niños menores de 12 meses aumentó en promedio un 6% en los lugares mientras se realizaba el trabajo, y un 3% para los niños menores de cinco años. La mayoría de estas muertes fueron causadas por enfermedades transmitidas por el agua de zanjas en sitios de construcción, el tipo de pestilencia que las obras debían tratar. El riesgo de tales muertes aumenta cuando los proyectos se detienen a mitad de la construcción. Este fue el caso en el 85% de los municipios. Al final del período de estudio, el 40% de los proyectos estaban en suspenso.
Los gobiernos federales pueden meter la pata. Pero los locales pueden ser particularmente propensos a hacerlo. El Banco Interamericano de Desarrollo estima que las ineficiencias en la forma en que los gobiernos locales gastan en Argentina, Brasil, Colombia, México y Perú desperdician el equivalente al 2% del PBI de cada país por año en promedio. Casi el 60% de los municipios distritales del Perú tienen menos de 5.000 habitantes. Pueden tener dificultades para hacer grandes proyectos. Muchos no gastan sus presupuestos en su totalidad.
Mientras tanto, demasiado dinero puede hacer daño. A principios de la década de 2000, Perú dictaminó que la mitad del impuesto corporativo de las empresas mineras debería ir a los lugares donde se realizaba la minería. Cuando los precios de las materias primas se dispararon, esos gobiernos locales recibieron enormes ganancias inesperadas. En uno, Ancash, los cuatro gobernadores que sirvieron entre 2006 y 2018 han sido arrestados por cargos de corrupción (tres han cumplido condena en prisión, mientras que uno ha sido liberado de la prisión preventiva, en espera de una mayor investigación). Un estudio encontró que el conflicto social aumentó en las regiones que recibieron más dinero.
La descentralización sigue siendo popular. Chile está en proceso de redactar una nueva constitución que podría delegar más poder a sus regiones. En Colombia, una nueva ley de 2019 otorgó más poder a las entidades regionales. Las decisiones y los proyectos locales pueden hacer bien. En Bolivia, la descentralización ayudó a canalizar más dinero a los distritos pobres, que lo gastaron en educación. Como muestra el ejemplo de Perú, también se necesita cierto grado de competencia.
(*) Este artículo se publicó en The Economist, en la sección Las Américas de la edición impresa con el título “Subnacional y subóptimo”. 17 de agosto de 2023 – BUENOS AIRES