Hoy 8 de octubre, los peruanos evocaremos el glorioso combate naval de Angamos como uno de los hitos de nuestra historia. Si bien este reporta el revés militar que se concretó con la derrota del monitor Huáscar y la muerte del gran almirante Miguel Grau, en sus líneas quedan la dimensión humana de este marino que defendió a la Patria con honor y destreza inigualables, y cuya trayectoria resume muchos de los valores que todo ciudadano debería tener.
Y es que a Grau es bueno recordarlo como marino y estratega, pero además mirarlo en su faceta de padre amoroso, de ciudadano responsable y político comprometido, facetas en las que mostró coherencia y responsabilidad.
Un hecho que quizá pocos conocen es que por la conducta mostrada durante el combate, nuestro héroe naval fue declarado en mayo último por el Congreso de la República precursor del Derecho Internacional Humanitario aplicable a los conflictos armados en el mar.
La propuesta, proveniente del Ejecutivo por una iniciativa de la Marina de Guerra del Perú, fue aprobada por el pleno en reconocimiento al accionar respetuoso del almirante Miguel Grau durante la Campaña Naval de la Guerra del Pacífico, por la integridad y vida humana del adversario, diferenciando al combatiente del no combatiente y evitando la pérdida innecesaria de vidas humanas.
En un artículo previo, publicado en la Revista Peruana de Derecho Internacional, bajo el título “Miguel Grau y el Derecho Internacional”, su autor, el capitán de corbeta Michel Laguerre Kleimann, destacaba que la actitud del capitán de navío Miguel Grau Seminario durante la campaña naval que lideró en el conflicto internacional de 1879, reunía características que se enmarcaban dentro del Derecho Internacional Humanitario, rama del Derecho Internacional que tuvo como bases, entre otras, el Convenio de Ginebra de 1864.
Su trabajo buscaba argumentar “desde el Derecho y la historia, los aspectos que convertirían al Caballero de los Mares en precursor del Derecho Internacional Humanitario de la guerra en el mar, toda vez que actuó sin un marco jurídico establecido –ni nacional ni internacional– relacionado al aspecto humanitario vigente y sin recibir instrucciones por escrito sobre la materia, más allá de la costumbre que era considerada derecho vigente”.
“Puede deducirse que habría actuado teniendo como base su razón y el derecho consuetudinario”.
Laguerre anota que las acciones humanitarias de Grau no fueron las primeras llevadas a cabo en la historia marítima mundial, pero sí podían ser consideradas pioneras en este lado del Pacífico sudamericano.
Sin embargo precisaba que más allá de la posibilidad de que haya sido la inicial, “nada resta el hecho de que sus acciones humanitarias reflejaron el sentir y apreciación de la forma de cómo llevar la guerra; una manera que no buscaba ocasionar daños innecesarios”.
El artículo refiere que en el siglo XIX e inicios del XX, la guerra internacional era una actividad y ejercicio de soberanía legítimo y legal de los Estados, cuya magnitud de daños que ocasionaba, tanto a los militares como a los civiles, se trató de disminuir. En otras palabras, se trató de darle ciertos límites (métodos y medios) utilizando el Derecho.
Antes del zarpe
El 15 de mayo de 1879, el ministro de Guerra y Marina, Domingo del Solar, entregó al capitán de navío Miguel Grau Seminario las instrucciones dictadas por Mariano I. Prado. En ese momento, Grau era comandante de la Primera División Naval.
El 21 de mayo de 1879 se produjo el combate naval de Iquique, en el que el monitor Huáscar, comandado por el capitán de navío Miguel Grau, hundió luego de tres espolonazos a la corbeta Esmeralda, comandada por el capitán de fragata Arturo Prat Chacón.
En el registro del diario de bitácora del monitor Huáscar, el teniente segundo Carlos de los Heros Aguilar anotó: “A las 12 horas le pusimos proa a la Esmeralda y recibió por 3ra vez un espolonazo que la undió [sic] completamente, quedando en la superficie del mar los restos del buque y parte de su tripulación agarrada a las maderas que flotaban; por lo que se arriaron las embarcaciones y se les prestó auxilio recogiendo a los siguientes individuos […]. Inmediatamente del choque la tripulación del buque chileno abordó nuestra cubierta y se tuvo que mandar gente a defenderla hasta tomarlos prisioneros…, a las cuatro horas el señor comandante mandó arriar las falúas para transportar los heridos a tierra y el cadáver del señor [Jorge] Velarde”.
En el informe que Miguel Grau elevó al director de la Guerra, fechado el 23 de mayo, sostuvo que luego de terminado el combate: “Inmediatamente mandé todas las embarcaciones del buque a salvar a los náufragos [sic] y logré que fuesen recojidos [sic] sesenta y dos, los únicos que habían sobrevivido a tan ostinada [sic] resistencia. En total se rescataron 62 náufragos”.
El 25 de mayo, desde Antofagasta, el general en jefe de las fuerzas chilenas informó vía telegrama al ministro de la Guerra que: “[…] El segundo Uribe i resto oficialidad i tripulación recojidos [sic], del agua por botes Huáscar i prisioneros Iquique […]”.
El mismo boletín transcribe una carta particular de un sobreviviente de la Esmeralda: “Santiago, mayo 23 de 1879. El 21 del presente estando la Esmeralda i Covadonga sosteniendo el bloqueo de este puerto, en la madrugada fuimos sorprendidos por dos humos que luego reconocimos ser el monitor Huáscar i el blindado Independencia […]. Los que salvamos fuimos tomados medio ahogados por los botes del Huáscar, completamente desnudos una gran parte. De los cuarenta i dos salvados, hai ocho oficiales y siete perecidos. En el Huáscar fuimos mui atendidos i desembarcados ese mismo día”.
“En tierra hemos sido visitados por los señores oficiales del ejército peruano. Las autoridades militares i civiles nos han guardado muchas consideraciones i estamos mui agradecidos. El anciano Jeneral en Jefe Buendía se ha hecho notable por su digna conducta [sic]”.
Como estos hechos, y muchos otros registrados, revelan el comportamiento de la tripulación del Huáscar comandada por Grau, de respetar la vida e integridad de los prisioneros, de destruir el material bélico del rival evitando la muerte de estos, o rescatándolos del mar; y más humano aún, devolver los objetos y prendas de valor del contrario fallecido en combate, como la historia cuenta que hizo con las prendas y el mensaje que envió a la viuda de Prat, siendo este uno de los gestos más nobles que se le reconocen a nuestro héroe.
Iniciativas previas
Como bien señala Michel Laguerre, muchas otras iniciativas buscaron este reconocimiento a Grau. Refiere que en 2014, el vicealmirante Javier Bravo Villarán escribió el artículo “Gran Almirante del Perú, don Miguel Grau Seminario, precursor del Derecho Internacional Humanitario”, que fue publicado en la segunda edición de la Revista de Marina.
En este detalla que el 10 de abril de 1994 se inauguró la avenida Almirante Miguel Grau, en Kendall, de la ciudad de Miami, Estados Unidos. En la misma se colocó un busto del Gran Almirante del Perú con la siguiente inscripción: “[…] Inmortal Warrior of the Pacific Sea/Honorable man/Congressman of the Republic of Peru/Pioneer of Human Rights in the Americas […]”.
En el artículo propuso que se profundice el tema y se busque “el reconocimiento formal, tanto nacional como internacional, de este singular matiz de la personalidad del almirante Grau”.
Ese mismo año (2014), la Asociación Nacional Promarina propuso un proyecto de ley para que se declare a Grau “Precursor calificado del Derecho Internacional Humanitario en el Combate Marítimo”.
Y en el 2019, el 23 de abril, la Cruz Roja Peruana reconoció al Gran Almirante del Perú, Miguel Grau Seminario, “Precursor Calificado del Derecho Internacional Humanitario en el Combate Marítimo”.
De las once instrucciones que el ministro de Guerra y Marina entregó a Miguel Grau, no se mencionan ni se hace referencia a la Convención de Ginebra de 1864 ni a la de 1868. Sin embargo, en el párrafo de despedida señala: “En los casos no previstos en estas instrucciones, procederá ud. como mejor convenga al éxito de su comisión, confiando el Supremo Gobierno en su reconocida experiencia y discreción”.
En los informes de ambos bandos se destaca la labor de rescate de los náufragos de la Esmeralda por orden del comandante del Huáscar, de la toma y buen trato a los prisioneros, del entierro de los muertos y de las atenciones que se les brindaron, lo que encaja a la perfección con los artículos VIII y IX de la Convención de La Haya del 29 de julio de 1899, a la que Perú se adhirió en 1903, es decir veinticuatro años después de los sucesos.
Durante el desarrollo de los hechos se observa que Grau no buscó causar daño al componente humano de la guerra, sino al material que servía a este como arma, pues separó con claridad tanto al enemigo capaz de responder al ataque como al enemigo rendido y presto a rendirse, pasando estos a ser prisioneros de guerra.
“El Gran Almirante del Perú Miguel Grau Seminario reúne condicione reales y verificables que evidencian su respeto por la integridad de la vida humana de los combatientes, no combatientes y civiles en la campaña naval que lideró durante el conflicto internacional de 1879”, señalaba entre las conclusiones Michel Laguerre y que justifican la declaratoria.
Hoy lo reafirma: “Grau siempre evidenció cualidades para ser reconocido como un precursor de la rama del Derecho Internacional denominada Derecho Internacional Humanitario, específicamente como precursor del Derecho Internacional Humanitario de la guerra en el mar”.
El deseo institucional para que se le reconozca así finalmente se cumplió, y ese es un hecho que honra a Perú. (Andina)