Por: Mg. Ing. Jorge Luis Carranza Luján
Las computadoras (ordenadores) son aparatos muy complejos desde el punto de vista operativo, pero más fáciles de reparar que cualquier otro electrodoméstico del hogar. Si la falla es de software, por ejemplo, basta con reinstalar el programa que no funciona. En el peor de los casos hay que reformatear el disco duro y comenzar de cero una instalación limpia.
Si la falla es de hardware, dado que todos los elementos son modulares y con conectores estándar, lo único que se requiere para su revisión y reparación es un destornillador. La tarjeta electrónica que falla se reemplaza por otra nueva, ya que repararla, si fuese posible, saldría mucho más costoso. Igual cosa sucede con la fuente de potencia eléctrica.
Las fallas más comunes en un equipo nuevo ensamblado por el mismo usuario, o en un “clon” comprado en una tienda, son ocasionadas casi siempre por incompatibilidad de los módulos de memoria con la placa madre. Al cambiar el módulo por uno de otra marca se solucionan los problemas.
Si el equipo ya tiene su tiempo de uso, y apenas ahora se ha vuelto muy lento, presenta bloqueos esporádicos o se reinicia ocasionalmente, lo más seguro es que se hayan instalado inadvertidamente programas intrusos o espías (spyware) al navegar por ciertos sitios de Internet, o esté siendo atacado por un virus. Para lo uno y lo otro puedes encontrar remedio en el capítulo de cómo evitar el correo basura y los virus.
Recomendación general
Destapar una máquina para hacerle mantenimiento y limpieza puede ocasionar daños accidentales por electricidad estática o caída de piezas. Y si de correr un antivirus se trata, éste puede eliminar archivos del sistema o de aplicaciones, ocasionando que deje de funcionar algo que antes parecía estar bien.
Es bueno que el cliente sea advertido de ello previamente, para que haga las copias de seguridad que él estime conveniente, y no acuse injustamente al técnico de servicio en caso de un daño imprevisto
Costo de un servicio de reparación
Es un error de muchos clientes juzgar el valor de un servicio simplemente por el tiempo que toma realizarlo. Un buen ejemplo lo encontramos en Internet, acerca de un supuesto experto que fue llamado a reparar un sistema de computación grande y costoso en una empresa.
Sentado frente a la pantalla, oprimió unas cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato. Procedió a sacar un pequeño destornillador de su bolsillo y dio vuelta y media a un minúsculo tornillo. Entonces encendió de nuevo la computadora y comprobó que estaba trabajando perfectamente.
El director de la compañía se mostró muy complacido y se ofreció a pagar la cuenta en el acto.
-¿Cuánto le debo? -preguntó.
-Son mil dólares.
-¿Mil dólares? ¿Mil dólares por unos minutos de trabajo? ¿Mil dólares por apretar
un simple tornillo?
¡Ya sé que mi computadora cuesta mucho dinero, pero mil dólares es una cantidad disparatada! La pagaré sólo si me manda una factura perfectamente detallada que la justifique.
El experto asintió con la cabeza y se fue. A la mañana siguiente, el director recibió la factura, la leyó con cuidado, sacudió la cabeza y procedió a pagarla acto, sin chistar. La factura decía:
Servicios prestados
Apretar un tornillo …………. 1 dólar
Saber qué tornillo apretar … 999 dólares
No quiero decir con esto que el técnico deba abusar del cliente porque éste ignora como reparar él mismo su computadora.
Quiero llamar la atención acerca de valorar justamente el trabajo, no sólo por el tiempo empleado y las dificultades para su ejecución, sino también por el costo intangible que implica la adquisición del conocimiento. ¡Y el cliente debe también ser consciente de ello!