POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA
Como lo hemos escrito anteriormente en este prestigioso medio periodístico, una de las virtudes de la mandataria Dina Boluarte es estar permanentemente expectorando del Ejecutivo a los CAVIARES, o como suele denominarlos el periodista Aldo Mariátegui, los PRESUPUESTÍVOROS. Hasta hace poco más de un año, era común ver a estos cuestionables personajes enquistados a través de consultorías, cobrando jugosas sumas dinerarias, a cambio de hablar bondades del Presidente de turno, o de repeler ataques contra éste, o si ya era insostenible su permanencia, deslegitimando al oponente. Fue durante la época de Martín Vizcarra que tuvieron su glorificación, defendiéndolo a capa y espada, acuñando frases como “tú presidente, mi presidente”, y a la vez promoviendo una feroz campaña en contra del entonces Titular del Ministerio Público, Pedro Gonzalo Chávarry, y otros Fiscales Supremos non gratos, hasta destituirlos por la también capturada Junta Nacional de Justicia. Conscientes de no poder salvarlo de la vacancia, lograron empujar al despeñadero al efímero Manuel Merino, y colocar a Francisco Sagasti, un completo político desconocido, aunque sí recordado por haber pedido autógrafo al emerretista Cerpa Cartolini en la toma de la residencia del embajador japonés en 1997.
Meses después, apoyaron sin ruborizarse al sindicalista y vago de Pedro Castillo, calando el estrafalario eslogan “no más pobres en un país rico”. Y consiguieron que ganara, a sabiendas que profundizaría las brechas existentes entre nosotros, y agravaría la crisis política y económica que hoy padecemos. Para cuando advirtieron que no daba para más, buscaron el canje con la vice, o en su defecto el adelanto de elecciones generales. Lo primero les falló groseramente, pues doña Dina no renunció, quedando relegado lo segundo. Y fue así que empezaron las violentas marchas azuzadas por la izquierda y caviares, trayendo consigo lamentables muertes de compatriotas. Entonces, la señora Boluarte Zegarra hizo lo que le correspondía: DESRATIZAR.
Habiendo perdido la mermelada estatal, estos parásitos se han dado cuenta que gritar a viva voz en contra de la Jefe de Estado cuesta, y no es moco de pavo. Sostener un canal en las redes sociales (como por ejemplo la autodenominada “prensa alternativa”) significa miles de soles, y los espónsores ya no existen. Ironías de la vida, luego de haber estado en la cúspide del poder dictando los discursos al gobernante, así como los titulares del día siguiente, convenciendo a tantos cándidos que andábamos por el camino correcto, hoy vuelven a llamarlos desesperadamente con la lacónica frase: ¡Yapeen pé!.