Por: Víctor Andrés Ponce (*)
– Reflexiones para retomar la voluntad de hacer reformas
No es exagerado hablar de una década pérdida en el Perú si analizamos los resultados económicos desde el 2014 hasta la fecha. En ese periodo de tiempo el país comenzó a crecer por debajo del 3% y la reducción de pobreza se lentificó en extremo. Sin embargo, a inicios del nuevo milenio, es decir, la década anterior a la pérdida, el país crecía sobre el 6% de promedio y reducía entre tres y cuatro puntos porcentuales anuales.
No es de extrañar entonces que, a inicios del nuevo milenio, diversos economistas y entidades especializadas señalaran que, para su Bicentenario, el Perú podría alcanzar el ingreso per cápita de un país desarrollado. No era una locura. Era absolutamente posible. Si los países del sudeste asiático alcanzaron el desarrollo en unas cuantas décadas (a Occidente, por el contrario, le demandó dos siglos), por qué nuestro país no podía lograrlo.
Sin embargo, el Perú llegó al Bicentenario con el gobierno de Pedro Castillo, con la pobreza sobre el 30% de la población (luego de haberla reducido a 20% antes de la pandemia) y con un crecimiento potencial de apenas 3% del PBI. Y si consideramos que este año la economía nacional cerrará con recesión es incuestionable que uno de los milagros económicos de los países emergentes ha perdido una década y culmina el 2024 en ruinas. Y si consideramos el último medio siglo el país suma dos décadas perdidas: la del ochenta y la que culmina con este año recesión.
¿Cómo se explica esta tendencia a la autodestrucción nacional cuando estamos a punto de salir del abismo? La misma pregunta vale para todos los países latinoamericanos. Allí está la Argentina de Javier Milei que enfrenta un ajuste dramático no obstante que está llamada a ser una nación grande en el planeta; allí también está Chile, en lucha por deshacerse de los enemigos de su milagro económico mediante el rechazo de dos nuevas constituciones en apenas 4 años.
En el Perú la política, la disputa por el poder se ha convertido en un gran enemigo del desarrollo nacional. Sin embargo, es la propia política el único instrumento que nos puede sacar del pantano en que nos encontramos, sobre todo si consideramos que no existirá desarrollo sostenible sin democracia, sin modelo republicano, es decir un sistema institucional que controle el poder. Únicamente bajo ese universo el mercado como expresión de la libertad en la sociedad puede expresar todas sus potencialidades en construir una sociedad que incremente el bienestar, reduzca pobreza y déficits sociales y consolide una mayoría de clases medias.
En los últimos años, por ejemplo, los asuntos de la reforma tributaria o la reforma laboral del país cuando han formado parte del debate público solo han merecido una entrevista especializada sin mayor impacto. Muy por el contrario, las noticias de la judicialización de los políticos o las guerras judiciales acaparan toda la atención de los medios y los politólogos. ¿Qué sucede en este escenario? No es posible desarrollar reformas políticas, institucionales ni menos económicas.
El Perú comienza a empantanarse económicamente porque las reformas económicas de los años noventa que acabaron con el estado empresario, que establecieron una macroeconomía responsable, que desregularon precios y mercados, que liberalizaron el comercio exterior, no han tenido continuidad con una nueva ola de reformas. Y la ausencia de estas reformas, inevitablemente, produce la involución. Así ha sucedido siempre en todos los países que no tienen continuidad en sus reformas.
Mencionar estas reformas postergadas puede ser reiterativo, pero siempre debe hacerse: una nueva reforma tributaria, una reforma laboral que flexibilice los contratos de trabajo, la creación de un capital humano altamente calificado mediante las reformas de la educación y de la salud. Y también la inversión en infraestructuras para conectar la sociedad a nivel nacional e internacional y posibilitar que las inversiones viajen en todas las direcciones.
Si no emprendemos estas reformas el futuro es incierto. Venezuela construyó su tragedia de esa manera. De yerro en yerro, de a pocos. Con dos décadas perdidas en el último medio siglo ya no hablaremos de décadas perdidas sino de la inviabilidad del Perú como proyecto de sociedad.
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)