Por: Fernando Zambrano Ortiz
Analista Político
El problema de este gobierno es que mientras Dina Boluarte se cree Catalina La Grande, Emperatriz de Rusia, Alberto Otárola se considera su Potenkin. Potenkin fue durante diecisiete años el hombre más poderoso de Rusia. Durante mucho tiempo se le consideró como uno de los favoritos de Catalina.
Potenkin, de carácter desagradable y extraño, embaucó a la Emperatriz Catalina en su viaje a Crimea, edificando pueblos de cartón e importando millares de siervos con sus enseres y ganado, con el objeto de crear un cuadro de vergonzosa prosperidad, cuando se trataba de un villano y charlatán sin escrúpulos. Más tarde surgiría una biografía distinta de Potenkin.
Pero el hecho es que parecería que esta historia se estaría replicando en este gobierno, que a duras penas se mantiene en pie gracias al Congreso de la República, que mayoritariamente se resiste a repetir otra crisis de gobernabilidad, la cual el país no podría soportar.
Tenemos un presidente del Consejo de ministros que ofrece años venideros de supuesta prosperidad, ante las proyecciones de mejoras en el entorno internacional, pero existen dudas fundadas que ello ocurra debido a la ineficiencia demostrada por el Gobierno para afrontar los problemas que aquejan a la población.
Por otro lado, en el escenario político gubernamental aparece un tercer personaje que se disputa el poder influencia sobre la presidente Dina Boluarte. Se trata de Nicanor Boluarte, el hermano que desde hace algún tiempo libra una encarnizada batalla con Alberto Otárola por la disputa del poder influencia sobre las decisiones presidenciales.
Como si esto fuera poco, contamos con un ministro de economía que, cegado por su afán de permanecer en el cargo, negó permanentemente una evidente recesión económica y, luego de filtrar a los medios su decisión de renunciar, negoció su permanencia en el cargo con la presidente Dina Boluarte, sin importarle el impacto que tendrá su accionar en la alicaída confianza en este gobierno. Una persona que posee dignidad cuando se valora a sí misma, por encima de las necesidades del momento o de las exigencias de los demás.
Es evidente que la única salida que le queda a Dina Boluarte para evitar caer en el hoyo de ingobernabilidad, que podría llevarla a una salida anticipada de Palacio de Gobierno, es el cambio del primer ministro y gran parte de sus ministros. El país requiere a gritos recuperar su perfil de país responsable y eficiente en el manejo de la economía. Sólo generando confianza se podrá captar mayor inversión y reducir los índices de pobreza que peligrosamente se han incrementado.
Dina Boluarte y Alberto Otárola deben entender que, si bien se le ha fijado un horizonte político que culmina el 2026, mientras más se aproxime la fecha de las elecciones, los partidos retomarán sus agendas políticas, dejándola en una peligrosa situación de indefensión política.
Pero, además, parte de las fuerzas políticas que sostienen al gobierno, estarían dispuestos a un adelanto de elecciones el próximo año, esto debido a que para entonces las actuales autoridades de los órganos electorales deberían dejar sus cargos.
Si a esto le sumamos un incremento del descontento ciudadano, debido al impacto que ha soportado la canasta familiar y el incremento del desempleo, la estabilidad del gobierno podría ser afectada y su horizonte de poder podría variar.
Es claro que el pacto de sobrevivencia mutua entre el Gobierno de Dina Boluarte y el Congreso de la República corre el riesgo de extinguirse en etapa pre electoral, puesto que para entonces los partidos políticos priorizan su agenda electoral sobre cualquier otra consideración. Inclusive sobre el deseo negado de sus congresistas de mantenerse en el cargo y tentar su reelección.
La suma de factores, como la incapacidad gubernamental, nuevas autoridades electorales, descontento ciudadano y cercanía al período electoral, debería llevar a Dina Boluarte a liberar la presión que soporta su gobierno a través de un cambio de Gabinete. Más aun teniendo en cuenta que mientras más tiempo pase, le será mucho más difícil conseguir personas capaces y honestas dispuestas a aceptar alguna cartera ministerial.
Es ahora o nunca señora presidente.