No hay otra solución:
En asuntos de gestión pública existe una regla muy simple. La mitad del éxito de un proyecto de desarrollo nacional depende de la calidad de los recursos que la naturaleza ha puesto a disposición del hombre. La otra mitad depende de la capacidad y voluntad del hombre para aprovechar de manera eficiente estos recursos. No cabe otra alternativa.
Pero para decirlo en un lenguaje adaptado a nuestra realidad, en el caso de Chinecas eso significa que el 50 por ciento de todo lo que se requiere para lograr su ejecución, va a depender no solo de la cantidad y calidad de tierras aptas para la agricultura sino también del óptimo aprovechamiento de las aguas del río Santa. El 50 por ciento restante dependerá de la voluntad política y de la capacidad de gestión de los funcionarios encargados de llevar adelante el proyecto. Aquí también, cualquier otra alternativa queda fuera de todo contexto.
Sin embargo, lo que ocurre con Chinecas es algo absurdo, paradójico y hasta perverso. Tierras aptas para la agricultura las hay en abundancia y no solamente en la provincia del Santa sino también en las de Casma y Huarmey. El agua tampoco puede representar problema alguno. El río Santa, patrimonio natural de Ancash, es uno de los pocos ríos de la costa que trae agua en abundancia los doce meses del año.
Por consiguiente, si después de 35 años de haber sido creado, Chinecas se mantiene como está en la actualidad, paralizado y abandonado, no es debido a la carencia de recursos naturales. Es debido a la clamorosa falta de capacidad de gestión y voluntad política de las autoridades y funcionarios responsables de su ejecución.
En efecto, la peor desgracia que puede haberle ocurrido a Chinecas es haber caído en manos del gobierno regional de Ancash. Desde el 19 de junio del 2007, fecha en la que fue obligado a separarse del Instituto Nacional de Desarrollo (INADE), Chinecas ya cumplió 17 años en la lista de proyectos nacionales con olor a honras fúnebres. No es un secreto para nadie que el proyecto de desarrollo más importante de la región Ancash, ha desaparecido por completo de la agenda de prioridades que maneja el gobierno central.
De hecho, la situación de postración y desamparo en la que se encuentra Chinecas es consecuencia directa de la frivolidad e irresponsabilidad con la que a los largo de estos diecisiete años el gobierno regional de Ancash ha conducido el proyecto de irrigación. Ni más ni menos, ha sido como permitir que un mozalbete de doce años conduzca un transbordador espacial.
Los resultados de este mayúsculo error de gestión están ahí, a la vista y paciencia de propios y extraños. Pero eso no es todo. El círculo de desconcierto que existe dentro y fuera del entorno de Chinecas, ahora se está ensanchando peligrosamente. Ante el inocultable desinterés del gobierno regional de Ancash por defender la integridad del proyecto, en los últimos días han aparecido organizaciones de fachada que están poniendo las tierras de Chinecas a disposición de las mafias de traficantes, todo ello con el peregrino argumento de “donar” terrenos no precisamente para fines agrícolas sino de vivienda.
Convencidos como estamos de la inoperancia y desinterés de los funcionarios de gobierno regional en la ejecución de Chinecas, lo único que puede salvar al proyecto de las garras del fracaso es su retorno al INADE, como bien lo ha planteado en estas páginas el abogado Donato Díaz Nieto, experto en el tema.
Mientras que a nivel nacional el proceso de regionalización no pasa de ser un ilusionismo, completamente distorsionado de la realidad, en el caso de Ancash este ilusionismo ha sobrepasado los límites de la extravagancia. La situación de Chinecas es la mejor prueba. Por tanto, la única salida es que el gobierno regional saque las manos del proyecto y éste retorne a manos del gobierno central.