Editorial

Egoísmo empresarial

En un comprensible momento de decepción e impaciencia, el alcalde de Nuevo Chimbote, Walter Soto Campos, ha hecho  un llamado a empresarios privados de la zona para que participen y apoyen las acciones de lucha contra la propagación  del dengue,  la epidemia que ya lleva más de un año azotando nuestra zona y que hace dos días acaba de cobrar dos víctimas mortales en la vecina localidad de Casma.

El burgomaestre neochimbotano  formuló este llamado luego de instalar el  Comité Distrital de Salud, conformado por representantes de la Red de Salud Pacífico Sur,  la subprefectura del distrito y la Defensoría del Pueblo, entre otros organismos públicos. Pues a diferencia de años anteriores, esta vez por ningún lado aparece un representante del sector privado. Claro, no es una obligación pero sí un compromiso con la sociedad.

Todavía no está muy lejos la época en que conocidos empresarios  de Chimbote y Nuevo Chimbote, no solo participaban sino también encabezaban y financiaban con la suya campañas de solidaridad a favor de la población en momentos difíciles y adversos.  Como bien ha quedado plasmado en muchas obras y acciones de esta naturaleza, la participación de los empresarios de otra época respondía a un  sentimiento de emoción social, producto de su identificación con la tierra que les brindó la oportunidad de hacer empresa;  una reciprocidad que en las actuales circunstancias ha desaparecido casi por completo.

Uno de los personajes que perteneció a esa pléyade de emprendedores,  que ahora solo queda en el recuerdo, fue don Artemio del Solar Icochea, propietario de la hacienda San Luis, quien a mediados de la década de 1950 donó medio millón de soles de esa época para la construcción del colegio de Santa que ahora lleva su nombre.

A su lado aparece la figura de don Miguel Mohana Anser, empresario del rubro automovilístico y financiero, quien a pesar de haber nacido en la lejana Siria, fue uno de los personajes más identificados  con Chimbote. A comienzos de 1960, fue él quien encabezó por propia iniciativa la cruzada que hizo posible la construcción del local donde actualmente funciona la División Policial Chimbote.

En ese mismo escenario aparece la presencia de Salomón Manzur Salgado, empresario pesquero nacido en el distrito de Santa, quien con su  propio peculio financió la construcción e implementación del Centro Detector del Cáncer, donde ahora funciona el órgano desconcentrado de Salud de la municipalidad provincial del Santa.

Imposible dejar de mencionar en esta congregación a don Roberto Achú Pizarro, empresario de sector comercial y turístico,  a quien el Congreso de la República acaba de conceder un reconocimiento en mérito a su labor altruista  y apoyo a la promoción cultural.

Cuando aún no existía el beneficio tributario de obras por impuesto, fueron estos emprendedores quienes jamás dudaron en compartir con la población  parte de sus ganancias, sin pedir nada a cambio. Todo fue puro corazón.

No somos quiénes para juzgar el  espíritu de solidaridad de los actuales empresarios, quienes ahora obtienen ganancias muy superiores a las de antes,  pero que, aún así, han borrado de sus agendas todo compromiso de ayuda social y humanitaria. En ese grupo se encuentran los afortunados empresarios del  denominado club de la construcción,  a quienes al parecer solo les interesa financiar campañas electorales para intercambiar favores.

Es posible que, en el empoderamiento de este egoísmo empresarial, mucho tenga que ver  el desengaño causado por la labor de algunos alcaldes y gobernadores  quienes, aparte de olvidar el intercambio de favores,  han chocado con el presupuesto destinado  precisamente para obras y servicios sociales.

Desde estas páginas deseamos fervientemente que el llamado  hecho por el alcalde Walter sirva para dejar atrás este egoísmo empresarial.