Editorial

Sin puerto libre no hay Zona Franca

Las cosas claras:

El milagro económico existe y está presente en el mundo desde hace mucho tiempo atrás. En 1488, cuatro años antes del descubrimiento de América,  Bartolomé Díaz descubrió el Cabo de Buena Esperanza ubicado en al extremo sur del continente africano, ahí donde  el océano Atlántico se une con el océano  Índico.  Sin habérselo propuesto, el navegante portugués había descubierto una nueva ruta comercial entre los continentes de Europa y Asia, poniendo fin de esa manera a la hegemonía de la denominada ruta de la seda que durante siglos estuvo en manos no solo de los estados que se hallan en su itinerario  sino también de incontables y bien organizadas  bandas de asaltantes. El descubrimiento de Bartolomé Díaz sentó las bases de lo que ahora se conoce como libre comercio.

Ha sido a mediados del siglo XX, luego del alto al fuego de la segunda guerra mundial, cuando se produjo otro milagro económico, esta vez llamado Hong Kong. Merced a un acuerdo, considerado en ese entonces  una utopía, China Popular e Inglaterra  convienen en hacer del estratégico puerto de  Hong Kong un territorio  dotado de autonomía administrativa, protegido por un régimen especial,  que no tardó en convertirse en el motor financiero no solo de China Popular y del continente asiático sino también del mundo entero.

Ya  en el año 1967, siguiendo la ruta de este impulso,  los países asiáticos de Indonesia, Malasia, Filipinas Tailandia y Vietnam, cuya economía languidecía en los vericuetos del tercer mundo, decidieron agruparse en un mercado común que ha pasado a la historia con el sugestivo nombre de Los Tigres  del Asia. En menos de treinta años, los resultados de esta intrépida decisión son ahora un modelo económico  que otros países del tercer mundo tratan de imitar.

La pregunta  que motiva este comentario, es ¿qué tiene que ver Chimbote con estas históricas experiencias?.  Creemos que la respuesta es: mucho. Como hemos informado  en nuestra edición del sábado último, el Congreso de la República ha aprobado por amplia mayoría el dictamen  de un proyecto de ley que se propone otorgar exoneraciones tributarias a las inversiones y  operaciones  comerciales que se realicen en el marco de la zona franca de Chimbote.  En términos de política económica, este régimen tributario haría de Chimbote un puerto libre,  es decir un imán y al mismo tiempo un nuevo paraíso para la inversión y el comercio nacional e internacional.

Hace alrededor de treinta años Chimbote ya fue declarado zona franca, pero la implementación de este proyecto no logró el resultado esperado.  No se sabe si debido a la falta de capacidad  o de exoneraciones tributarias, lo cierto es que lo poco que se hizo en ese momento por sacar adelante la zona franca se disolvió en manos de la municipalidad provincial del Santa. Esa experiencia no debe volver a repetirse.

Demás está decir que, aparte de las exoneraciones tributarias, Chimbote va a necesitar ampliar su oferta exportadora con productos agrícolas y pesqueros y en la misma medida tendrá que modernizar el terminal portuario y otras infraestructuras. Mientras no exista un régimen de exoneraciones tributarias, es imposible que Chimbote obtenga el milagro de ser un puerto libre y, en tanto este milagro no se haga realidad, el sueño de la zona franca seguirá siendo una fantasía.