Editorial

Prohibido prohibir

A propósito del pisco:

No podía ser de otra manera. Durante la ceremonia de lanzamiento del programa oficial de la festividad de San Pedrito, realizada el viernes de la semana pasada en la sede principal del ministerio de Cultura, no podía faltar la degustación del tradicional pisco de Moro, la bebida  de bandera que pone la nota festiva en toda reunión protocolar, ya sea pública o privada, y que desde tiempo inmemoriales forma parte del orgullo nacional.

Ha sido a propósito de esta infaltable degustación que, desde estas páginas,  nos hemos permitido sugerir al gobierno regional de Ancash que promueva una campaña a nivel nacional, ya no para  invocar sino para exigir que se derogue la disposición de Indecopi que prohíbe a los vinicultores de Moro y de otros lugares del país a consignar la denominación “pisco” en las etiquetas y otros documentos utilizados en la producción y comercialización de esta bebida.

Numerosos libros, reportajes periodísticos y trabajos de investigación, coinciden en confirmar que la denominación pisco es tan peruana como el huayno y el propio Machu Picchu. Pero lo que también se ha confirmado es el hecho que fue exactamente en Motocachy, a escasos cuatro kilómetros de Moro, donde hacia el 1785 se instaló el primer alambique para la producción a gran escala de esta legendaria bebida.

Originalmente el pisco fue conocido como aguardiente de uva y así consta en una  de las tradiciones de don Ricardo Palma,  en la que se atribuye la paternidad de la bebida a los primeros sacerdotes que durante la colonia se afincaron en el vecino distrito.

La denominación de pisco vendría años después cuando la producción de la bebida se incrementó en los valles de Pisco, Ica y Cañete como resultado  de la creciente demanda que empezó a registrar la bebida no solo dentro del país sino también en el exterior. Después de  haber nacido como una bebida típicamente pueblerina, el pisco pasó a ser uno de los tragos más solicitados en bares, restaurantes y hoteles de categoría. Lo que el tequila es para México y el ron para el Caribe, lo es el pisco para el Perú, ¡espíritu de una nación!.

Por tanto, los tratados internacionales de los que se ha valido Chile para patentar como suya la denominación de pisco,  es una injusticia; una deuda con el Perú. Tales tratados no son más que acuerdos sujetos a la economía de libre mercado, que por tanto  carecen de toda facultad para despojar al Perú de un patrimonio histórico e inalienable. Por donde quiera que se le mire, es un abuso que se prohíba a los vinicultores peruanos utilizar una denominación heredada de sus ancestros. Es inaceptable, por eso, que Indecopi, en lugar de salir en defensa de una marca peruanísima,  se haya allanado a lo dispuesto por dichos tratados.

La propuesta de la que estamos hablando es que, para comenzar, el gobierno regional de Ancash haga suyo el reclamo de los vinicultores de Moro para restablecer su derecho a utilizar la denominación de pisco y no la de “destilado de uva” como se pretende imponerles. Si lo hace, con toda seguridad otras regiones van a seguir su ejemplo. En lo que al pisco peruano se refiere, está prohibido prohibir.