Solo sucede en el Perú:
A juzgar por el resultado de las elecciones que se han realizado en el Perú en las últimas décadas, cada vez que se ha producido una segunda vuelta entre los dos candidatos de mayor votación, literalmente el electorado peruano ha vista confrontado entre la espada y la pared, sin más opción que decidirse entre el cáncer y el sida.
Eso explica porqué los resultados de una segunda vuelta, que siempre son catastróficos para el país, están muy lejos de reflejar la verdadera voluntad popular. Quienes acuden a votar en una segunda vuelta saben de antemano que no lo hacen porque deseen elegir al mejor presidente de la república o al mejor gobernador regional. Por supuesto que no. Aunque parezca absurdo aceptarlo, lo hacen solo para evitar el pago de la multa por no votar, con la resignación de saber que, gane quien gane, el que pierde es el Perú. El creciente número de votos en blanco y viciados que se ha registrado en los últimos procesos electorales, así lo pone de manifiesto.
Pero si el hecho de elegir entre dos opciones ya es motivo de confusión e indiferencia, es de imaginar el problema que nos espera a los peruanos en el próximo proceso electoral, donde vamos a tener que elegir al nuevo presidente de la república, miembros del congreso, gobernadores y alcaldes, nada menos que entre treinta opciones. Pues ese es el número de agrupaciones políticas que el Jurado Nacional de Elecciones ha declarado aptas para participar en el proceso electoral del 2025. Nunca antes el derecho a elegir y ser elegido, se ha visto tan pervertido como ahora. Este huayco de partidos no es otra cosa que un reflejo de la inmadurez política a la que han conducido al país los partidos políticos, situación de la cual éstos saben cómo sacar el máximo provecho.
La atomización partidaria que el Jurado Nacional de Elecciones está acreditando en nombre de la democracia, es una invitación al desconcierto nacional, un convite a la dispersión del voto y un aval al negociado que hacen las agrupaciones políticas con la venta de candidaturas, haciendo las veces de vientre de alquiler, propiciando con ello el descalabro del país.
Esta situación también se refleja en el desempeño del Congreso de la República, donde las bancadas, ahora ya sin el menor rubor, ofertan públicamente su votación a favor o en contra de determinado intercambio de favores. En ese escenario, el concepto de interés nacional no existe ni siquiera en el papel.
Como resultado de esta desprestigiada inmadurez política, cinco de los últimos presidentes elegidos en segunda vuelta han terminado encarcelados. Dos de ellos fueron revocados antes de terminar su gestión. ¿Quiere el Jurado Nacional de Elecciones que la historia continúe repitiéndose?
A propósito, una de las inquietudes que el Congreso de la República se está demorando en aclarar se refiere al visto bueno o al impedimento para que sentenciados por terrorismo, asesinato y lesa humanidad, que ya están en campaña, puedan participar en las elecciones del 2025. Aquí en Ancash tenemos un deplorable mal ejemplo de lo que no se debe permitir. En las últimas elecciones municipales, el Jurado Nacional de Elecciones permitió que un prófugo de la justicia, no solo participe en el proceso sino también que juramente y ejerza la alcaldía del distrito de Huandoval desde la clandestinidad,
Hechos como estos destruyen la democracia, crean inestabilidad y agudizan el desconcierto nacional.