Editorial

Silencio y ausencia que dicen mucho

¿Dónde está el gobernador?:

En el breve intervalo de seis días, el gobierno regional de Ancash se ha visto comprometido y salpicado, respectivamente, por dos escándalos mayúsculos, que una vez más han estremecido los cimientos del andamiaje regional y han colocado al ente regional en el ojo de una  tormenta que, ya no es ninguna novedad,  ha sido engendrada en  sus propias entrañas. Esta es una coyuntura que tampoco puede considerarse casual, ni rara, ya que, como siempre, es consecuencia directa de sus propios errores,  fruto de su propia cosecha.

El 31 de julio, uno de sus más encumbrados funcionarios, el gerente del proyecto de irrigación Chinecas, Camilo Carranza Lecca,  cayó en una celada previamente planificada por la fiscalía anticorrupción, en el preciso momento en que recibía una coima de dos mil soles a cambio de acelerar el pago de valorizaciones a la empresa contratista consorcio Krauser.

Por una de esas ironías que nunca faltan,  la intervención y captura del alto funcionario regional se produjo en el mismo momento en que el gobernador regional, Fabián Koki Noriega, declaraba muy ufano en la ciudad de Huaraz que la región Ancash estaba experimentado un descenso en el ranking nacional de corrupción. Como sabemos, en este muestreo elaborado por la Contraloría General de la República, la región Ancash  se mantiene  por segundo año consecutivo en el primer lugar, por encima de las veinticuatro regiones del país.

Seis días después, habría de conocerse otra mala noticia. Las aguas del río Santa han sido envenenadas con residuos químicos y metales pesados, producto de  relaves mineros  que se vienen realizando en la distrito de Pampas, provincia de Pallasca.  Esta actividad minera, aparente ilegal, fue denunciada en marzo del presente año por pobladores de la zona, pero, a pesar  del tiempo transcurrido, la Dirección Regional de Energía y Minas del gobierno regional de Ancash no habría adoptado las medidas de prevención y  erradicación correspondiente.  De haberlo hecho, no se hubiera producido la catástrofe ambiental y ecológica que ahora afecta al río Santa y a quienes nos abastecemos con sus aguas.    

Sin embargo,  cuando se daba por descontado que el gobernador regional de Ancash, Fabián Koki Noriega, iba a salir ante la opinión púbica para aclarar y dar las explicaciones que ambos casos ameritan,  estamos viendo con mucho desencanto que no es así. Contra todo pronóstico y en contra de su propia obligación, el gobernador ha preferido sumergirse en el más hermético silencio y ausentarse abruptamente de toda actividad pública.  Eso también dice mucho.

El gobernador regional es una autoridad elegida por voluntad popular, quien personifique a la región y está en la obligación de mantenerse al lado de ella, sobre todo en los momentos más difíciles y no solamente cuando se trata de recibir aplausos.

Más allá de evasivas y trascendidos extraoficiales, lo del caso Krausen y la contaminación del río Santa, exigen por igual la adopción de una postura firme, seria y consecuente. El mensaje correcto debe ser: estoy contigo en las buenas y en las malas. Huir de la verdad y escoger la política del avestruz, es una actitud incompatible, que no se condice con la más alta investidura de la región.