El estruendoso estallido de dos escándalos de corrupción en el transcurso de tan solo nueve días, parece no haber causado ningún sobresalto, ni preocupación alguna, en los predios del gobierno regional de Ancash. Por el contrario y por increíble que pudiera parecer, para el GORE éstos, y otros escándalos de la misma calaña, habrían dejado de tener la significación delictuosa y punible que se advierte detrás de ellos. El silencio en que se mantiene, perece decirlo todo.
De la actitud asumida por el gobierno regional frente a lo sucedido, bien se puede deducir que esta clase de hechos ahora son parte de una rutina profundamente enraizada y ramificada al interior del GORE. Y lo peor es que, a pesar de la magnitud y de la vergüenza que estos escándalos arrastran detrás de sí, hasta hoy el gobierno regional se mantiene encerrado en el más hermético silencio, como si la opinión pública del pueblo ancashino no mereciera la más mínima explicación.
Después de lo sucedido el 31 de julio con la intervención del gerente general del proyecto especial Chinecas, y cuando se pensaba que esta infeliz experiencia iba a servir de escarmiento de aquí para adelante, resulta que un nuevo escándalo, similar al primero, ha vuelto a sacudir a la opinión pública.
Dos ingenieros civiles, quienes trabajan como supervisores de una obra que es financiada por el GORE, pero ejecutada por la Municipalidad Provincial de Casma, fueron intervenidos el pasado viernes 9 de agosto cuando tenían en su poder 15 mil soles en efectivo, producto de una coima que habían solicitada al dueño de la constructora a cambio de pasar por alto graves deficiencias técnicas detectadas en la ejecución de la obra, para de esa manera facilitar al contratista el cobro de valorizaciones.
No sabemos exactamente desde cuándo, pero lo cierto es que los hechos de corrupción en las obras y servicios que contratan los gobiernos sub nacionales ya se han vuelto una rutina cotidiana, pan de cada día. Desde la elaboración de estudios y expedientes técnicos, pasando por los procesos de licitación y contratación, la cadena de la corrupción está presente en todos y cada uno de estos eslabones. Y no solo eso. La cadena se prolonga a todo lo largo del proceso de ejecución, como lo ha puesto en evidencia el caso de los ingenieros supervisores. Todos exigen “la suya”.
Por lo demás, no existe duda que para la corrupción no valen los pergaminos, ni los grados académicos por muy modestos o elevados que éstos pudieran ser. Todos los que ingresan a su madriguera, ya sea por propia voluntad o por compromiso, son cortados con la misma tijera. Ahí, el que no cae, resbala. Solo cuando uno de los eslabones decide apartarse de la cadena o pretende obtener un mayor beneficio de acuerdo a lo convenido, entonces viene la vendetta y se da de beber al rebelde un trago de su propia medicina. Eso es lo que ha sucedido en uno y otro caso.