POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA
El domingo pasado fue la Clausura de los Juegos Olímpicos, que luego de un siglo volvieron a celebrarse en Paris, Francia. Fueron tres semanas de arduas, y hasta quizá extremas, competencias en distintas modalidades deportivas, resaltando como no y después de 32 años la medalla de bronce de nuestro compatriota Stefano Peschiera en vela-dinghy masculino. Pero, así como hubo alborozo, también polémica. Una de ellas tuvo que ver con la creciente contaminación del río Sena donde se llevaron a cabo las pruebas de triatlón y maratón de aguas abiertas, provocando quejas de algunos de los atletas participantes. Aunque la más controvertida ocurrió la fecha de la inauguración del colosal evento. Resulta que un grupo vestido de “drag queens” realizó un espectáculo interpretado como una parodia de la “última cena”, en referencia al cuadro del polímata Leonardo Da Vinci. Al día siguiente, el Comité Organizador pidió disculpas, agregando que en realidad se trató de una representación pagana en honor a Dionicio, el dios del vino.
Las reacciones se hicieron en cuestión de minutos. Eslovaquia, en palabras del vice primer ministro, pidió el boicot a la ceremonia de cierre, pues “estas constituyen un símbolo de la decadencia degenerada”; mientras que Recep Tayyip Erdogan en conversación telefónica le comentó al Papa Francisco que “bajo el pretexto de la libertad de expresión y la tolerancia, se pisoteó la dignidad humana y se burlaron de los valores religiosos y morales, algo que ofende tanto a los musulmanes como al mundo cristiano”. Coincidimos, pero irónico viniendo del mandatario turco que hace poco declaró que “Israel superó a Hitler”, en relación a la guerra librada de este país en contra de Hamas en la franja de Gaza, puntualizando además que esta organización paramilitar es “un movimiento de liberación que promete ser la voz del oprimido pueblo palestino”, cuando para Occidente son considerados terroristas financiados, entre otros, por el régimen iraní.
Lo cierto es que después de varios días de celestial silencio, el Vaticano respondió que “en un acontecimiento prestigioso en el que el mundo entero se une en torno a valores comunes, no debe haber lugar a alusiones que ridiculicen las convicciones religiosas de muchas personas”, poniendo énfasis en que la libertad de expresión encuentra un límite en el derecho a los demás. De esto último, es satírico que siendo los valores olímpicos de “Amistad, Respeto, Excelencia”, el segundo de ellos haya sido literalmente pisoteado por la propia corporación multinacional que los creó.
Desde luego que es válido afirmar que estas manifestaciones anticlericales no solo existen en el catolicismo. E ahí cuando un reducido número de desadaptados europeos, a vista y paciencia de las autoridades locales, quemaron el Corán, libro sagrado del islam. Esto es simplemente apostasía.
Para más de 8 mil millones de habitantes es imposible agradar a todos, y la religión no es la excepción; sin embargo, parafraseando a Mahatma Gandhi “lo mismo que un árbol tiene una sola raíz y múltiples ramas y hojas, también hay una sola religión verdadera y perfecta, pero diversificada en numerosas ramas por intervención de los hombres”. Al fin y al cabo, somos hijos del omnipotente.