Editorial

Incendios de nunca apagar

El lugar de siempre. El último incendio forestal ocurrido hace dos días en los humedales de Villa María, tuvo su origen como siempre en la zona de ingreso a la playa El Dorado. Este es el lugar preciso desde donde, por efecto del viento, las llamas  avanzan con rapidez y a las pocas horas se tornan incontrolables. En una reacción que a estas alturas ya parece estar fuera de lugar, las autoridades que se hicieron presentes en el siniestro, han anunciado la conformación de una mesa de trabajo para  identificar y sancionar a los responsables. Sin embargo, la pregunta que se cae de madura es ¿para qué una mesa de trabajo si la Policía Ecológica y la Fiscalía del Medio Ambiente ya saben lo que tienen qué hacer?. A nuestro parecer, eso sería caer en una duplicidad de esfuerzos y una mayor pérdidas de tiempo.

Ya en mayo del 2022, en declaraciones que ofreció en el mismo lugar de otro de los tantos  siniestros, el Dr. Walberto  Rodríguez, miembro de la Fiscalía Provincial del Medio Ambiente, no dudó en precisar que los autores de estos siniestros,  serían las mismas personas que se dedican a la extracción ilegal de junco, carricillo y otras especies de flora natural en esta reserva ecológicas, una actividad cuya comercialización se ha convertido en un lucrativo negocio como lo demuestra las modernas viviendas que estas personas han levantado en las inmediaciones.

Se sabe hasta la saciedad que la causa de los incendios no  es el intenso calor como ingenuamente se pretende hacer creer. Valgan verdades, y eso también se ha podido establecer, los incendios forestales tampoco  son responsabilidad  de fumones y gente de mal vivir que suele refugiarse en estos lugares.

Conforme lo han reconocido ante la autoridad, quienes prenden fuego a los humedales son los propios extractores ilegales quienes acuden a esta práctica ancestral en la creencia que la ceniza sirve de abono natural para la próxima cosecha.

Lo que viene a continuación ya es historia conocida. Las lenguas de fuego arrasan con todo lo que encuentra a su paso,  generando una densa y gigantesca  y densa humareda   que afecta severamente a los moradores de Las Brisas, Villa María y Primero de Mayo,  llegando inclusive a poner en grave peligro el tránsito vehicular, en las avenidas Pardo y Meiggs.

Con cada incendio, el fuego arrasa no solo enormes extensiones de flora sino también con gran parte de la fauna silvestre. Como bien sabemos, los pantanos son el único pulmón  verde del que disponen Chimbote y Nuevo Chimbote, un clave para la conservación natural y el equilibrio ecológico. Atentar contra esta reserva es un crimen.

Por esa y otras razones, llama poderosamente la atención que hasta ahora este antiguo problema no haya sido encarado con la debida firmeza y rigurosidad, ni por parte de la policía ecológica ni de la Fiscalía Ambiental, que son las instituciones que están en la primera línea para combatir este atentado ecológico.

Y lo mismo se puede decir de las ONG y otras instituciones de fachada ambientalista que reciben donaciones del exterior para desarrollar esta labor de protección, pero que en busca de popularidad terminan  poniéndose del lado de los extractores ilegales.