Editorial

Río Santa es ahora una inmunda cloaca

Vergüenza mundial:

Esto ya se sabía desde mucho antes del terremoto de 1970. Nos estamos refiriendo al problema de contaminación que afecta las aguas del río Santa y a la inexistencia de  un sistema de saneamiento básico  y ambiental que brilla por su ausencia en toda la región Ancash. El sismo lo que hizo fue poner al desnudo las cosas tal como son, una cruda realidad que, desde hace 54 años, continúa acrecentándose, afectando severamente el medio ambiente y la salud de centenares de miles de habitantes.

No hace falta escarbar demasiado porque la realidad está a flor de tierra. Quienes concibieron y ejecutaron los planes de reconstrucción y rehabilitación  a cargo de los organismos CRYRZA,  ORDEZA y ORDENORCENTERO, pensaron en todo menos en el saneamiento básico y en la salud del medio ambiente.  En todas las ciudades afectadas por el sismo  se reconstruyeron pistas, veredas, infraestructura de salud y educativa, incluso parques y monumentos, pero  en ningún momento se pensó en lo elemental: el saneamiento. ¿De qué vale construir una hermosa vivienda si primero no se instalan las cañerías de agua y desagüe?.

Esta realidad y esta interrogante, que siguen flotando en el ambiente, han cobrado actualidad en los últimos días a raíz de lo que viene sucediendo con las aguas del río Santa, un agudo problema que se remonta desde mucho antes del terremoto del 70. La principal fuente de agua dulce de la región Ancash es un peligro latente no solo para la salud humana  sino también para  actividad agrícola y pecuaria, el medio ambiente y el equilibrio ecológico. Todos los días,  centenares de metros cúbicos de aguas residuales y relaves mineros son arrojados  directamente a esta fuente de vida, a todo lo largo del Callejón de Huaylas.

Por otra parte, ya desde aquella lejana época existen tanto en Chimbote como en Huaraz, dependencias del Ministerio de Vivienda, a las cuales se han sumado el gobierno regional de Ancash,  Ministerio de Energía y Minas, Ministerio del Ambiente, el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), la Fiscalía del Ambiente y últimamente la Autoridad Nacional del Agua (ANA).

El caso es que el mantenimiento de estas dependencias burocráticas, con más de 300 empleados directos e indirectos, representa para el Estado centenares de millones de soles al año en pago de planillas, viáticos, alquiler de locales, logística y estudios, sin que todo ese gasto se traduzca en beneficio alguno. En materia de saneamiento básico y gestión ambiental, las cosas no solamente se mantienen como antes. Se han agudizado.

Lo que viene sucediendo con las aguas  del río Santa es algo que ha sobrepasado largamente los límites de la tolerancia y ha puesto en clara evidencia la falta de voluntad y la incapacidad de estas dependencias burocráticas para enfrentar y solucionar este gravísimo problema. Es inaceptable que el río Santa se haya convertido en una inmunda cloaca y una vergüenza mundial.