Editorial

¿Qué pasa en la PNP?

Para no creerlo. El pasado martes 6 de noviembre, un miembro de la Policía Nacional del Perú, integrante del emblemático  Grupo Terna, el cuerpo de élite encargado de luchar contra la criminalidad, fue intervenido junto a dos delincuentes  comunes luego de asaltar a mano armada un camión repartidor de bebidas gaseosas. En poder del efectivo policial y de sus cómplices,  se halló tres chalecos  con la insignia ”Escuadrón Verde-Terna”, que presumiblemente fueron utilizados en el aquel acto delictivo.

Pero tan solo dos días después, un teniente y dos sub oficiales fueron detenidos bajo el cargo de haber exigido una coima de 3 mil soles al conductor de un vehículo reportado de haber participado en un robo, ello a cambio de modificar el acta de intervención policial para evitar que el conductor termine tras las rejas. Tras un arreglo, que ya es habitual en estos menesteres, la coima fue rebajada a 1,450 soles y se hizo efectiva gracias a la intervención de un abogado colegiado, que hizo las veces de intermediario a cambio del pago de 300 soles por derecho de honorarios. Pues cuando llueve, todos se mojan. Solo así, gracias al intercambio de favores entre miembros de la institución policial, el conductor del vehículo intervenido podría evadir el factor flagrancia y quedar el margen de la mano de la justicia.

Quisiéramos pensar que estos  dos hechos son aislados, que son una rareza fruto de la casualidad y que no tienen precedentes, pero eso es imposible. La comisión de faltas y delitos graves por parte de miembros de la Policía Nacional, sin importar el rango y la antigüedad en el servicio, es cosa de todos los días. Hablamos de  una especie de metástasis  que corroe las entrañas de la institución y que viene de mucho tiempo atrás.

Lo peor de todo es que la delincuencia común y el crimen organizado  conocen a la perfección esta falencia y se aprovechan de ella. En tal sentido, nada puede representar mayor peligro para la seguridad de la población y el mantenimiento del estado de derecho, que la  complicidad entre policías y delincuentes. Una sociedad más que siniestra.

Por esa razón, no se entiende por qué ante la frecuencia de actos de esta naturaleza,  la Policía Nacional no da señales de un “basta ya, hasta aquí nomás”.  Solo para citar un ejemplo, cabe señalar que los operativos de tránsito no dan los resultados que se espera. Vehículos robados y requisitoriados, como el de la coima, continúan circulando  sin el menor problema. Asimismo, a cualquier hora del día y de la noche, las motocicletas lineales se desplazan a toda velocidad con dos personas a bordo.  Y, sin ir muy lejos, los vehículos que llevan insumos químicos para la minería ilegal de la zona de Pampas, Pallasca, y aquellos que más de los días traen cargamentos de minerales, pasan todos los controles policiales sin tener guías de remisión.

Conjuntamente con el pedido de nuevos patrulleros y equipos que permitan elevar la calidad del servicio policial, el clamor de la ciudadanía debe incluir con carácter perentorio una profilaxis al interior de la institución; una medida necesariamente drástica que haga posible separar la paja del trigo y que permita la recuperación del prestigio y los valores de la Policía Nacional. El retiro de las manzanas podridas que existen al interior de la institución, por muchas que pudieran ser, no va a debilitar a esta institución del estado. Por el contrario, la va a fortalecer.