Editorial

Inseguridad amenaza con ganar la batalla

Inaceptable:

Hablan los números. En conjunto, Chimbote y Nuevo Chimbote tienen una población interconectada que supera los 600 mil habitantes, lo que hace de ambos distritos uno de los conglomerados  más numerosos y compactos del país. Aún cuando por razones de seguridad nacional es imposible conocer o dar a conocer una cifra exacta,  se sabe que las comisarías y puestos policiales que están al servicio de estos 600  mil habitantes, cuentan con una dotación estimada en alrededor de  3 mil efectivos policiales.  Es decir, por cada 200 pobladores de Chimbote y Nuevo Chimbote existe un solo efectivo policial. En tales condiciones, y teniendo en cuenta la carencia de logística y equipamiento, es imposible esperar una efectivas labor policial.

Es innegable  que esta desproporcionada -pero al mismo tiempo cruda realidad- tiene mucho  que ver con el creciente clima de inseguridad que  soportan a diario estos 600 mil habitantes. El asesinato a sangre fría de tres personas que se hallaban departiendo en un taller de mecánica, cometido a plena luz del día por un grupo de sicarios,  dice mucho  no solo de la atrocidad de la que hacen gala los grupos delincuenciales  sino también de facilidad con la que éstos vienen ganando terreno.

El clima de inseguridad y de sicosis que  han creado  estos grupos delincuenciales afecta por igual a comerciantes ambulantes, propietarios de bodegas, conductores de vehículos de transporte púbico, pequeños emprendedores y en general a todo aquel que crea su propia fuente de trabajo para mantener con dignidad a su familia. Quieran o no, todos ellos tienen  que pagar un cupo diario, semanal  o mensual, si es que desean seguir viviendo. La ley del sicariato es una sola: si no pagas, te mato. Y esa ley es la que se está imponiendo a diario en Chimbote y Nuevo Chimbote.

Con cada día que pasa  la sensación de inseguridad y angustia que se vive en ambos distritos, crece en forma imparable. Y no es que estemos pecando de alarmistas, pero la percepción que se ha apoderado de la población es  que el crimen y la inseguridad están ganado la batalla. Los resultados hablan por sí mismos: mientras la ola del crimen sigue en aumento, no se captura a los criminales.

Se entiende al respecto la impotencia de algunas autoridades y de la propia población, al reclamar a vida voz la participación de personal de las fuerzas armadas en la lucha contra la criminalidad. Pero por ahora eso es imposible, salvo que el gobierno central se sacuda de su modorra y declare un estado de emergencia nacional, que sí lo permitiría. Eso desde luego, no quita que las fuerzas armadas apoyen la lucha contra la criminalidad a través de sus servicios de inteligencia para  prevenir y desarticular el accionar de las bandas criminales.

Mientras tanto, sin pasar por alto sus limitaciones en cuanto a equipamiento y logística, la policía nacional tendrá que dedicar un mayor esfuerzo a su lucha contra la inseguridad. La población de Chimbote y Nuevo Chimbote necesita sentirse segura en sus domicilios, en las calles y en sus centros de trabajo.