Por: FERNANDO VALDIVIA CORREA
El pasado sábado, en la Plaza de la Bandera, Dina Boluarte conmemoró el Día de la Institucionalidad, del Estado de Derecho y Defensa de la Democracia, recordando el fallido golpe de su predecesor, Pedro Castillo, y a su vez celebrando el segundo aniversario de la asunción al poder.
Previamente, desde su recinto domiciliario; esto es el penal de barbadillo, Castillo Terrones arremetió nuevamente contra su ex vicepresidente tuiteando: “Son dos años en los que la actual traidora y repudiada usurpadora sigue cayendo por debajo del 3% de respaldo popular”. Y vaya que tiene razón. Por supuesto que en parte. Efectivamente, es ese tiempo en que el prosor se encuentra tras los barrotes, cumpliendo con prisión preventiva dictada por el Poder Judicial, ante el frustrado quiebre del orden constitucional aquél no muy lejano 7 de diciembre de 2022.
Rememoremos que Pedro Castillo es de estos pintorescos personajes en que se aplica la máxima: “lo que mal empieza, mal acaba”. Empezando por su candidatura electoral, haciéndolo parecer como el outsider que pasó a la segunda vuelta derrotando a su contrincante Keiko Fujimori en junio de 2021. Ya encumbrado, se creyó el cuento que ganó limpiamente, y que nadie tenía porque “cobrarle la factura”. Pero se equivocó, y de una manera grosera. Los caviares, que fueron en realidad la mano que mecieron la cuna, al principio lo defendieron y aplaudieron (Vg., cuando no dejaba el sombrero ni para ingresar al baño), permitiéndole que copara los ministerios con sus “patas” (gente como él sin mayor rigor académico, ni experiencia en el sector público), para luego recomendarle algunos nombres para reemplazar algunos titulares de cartera (como Avelino Guillén en Interior o Francke en Economía), y cuando finalmente ya no fue de utilidad, dejarlo en la completa orfandad. En resumen, Castillo jamás vio llegar su ocaso político, pues no tuvo la menor idea en que hacía al interior de Palacio de Gobierno. Hoy, recluido en una fría celda, aguarda impacientemente que la judicatura termine condenándolo por un crimen que cometió, aunque nunca fue consciente de ello.
En contraposición, la señora Boluarte Zegarra -para quienes les agrade, o no- enfrenta problemas de cotidianidad; amén de dar la cara a múltiples cuestionamientos por parte de cierto sector de la prensa, así como de algunos legisladores (principalmente de Perú Libre, cuyo cabecilla es el inefable sentenciado por corrupción Vladimir Cerrón), quienes promueven nuevamente la vacancia, generando por ende mayor inestabilidad política.
Han pasado veinticuatro meses de mandato de Dina Boluarte. Y por lo que vemos, no parará de contar hasta que entregue la banda presidencial en julio de 2026.